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4 de octubre de 2019

No son acúfenos


Es habitual que al despertar de la siesta escuche un silbido, como el de una tubería dejando escapar por un poro fluido a presión.
Con más precisión se asemeja al chirrido de acoplamiento que hace un altavoz cuando se acerca demasiado un micrófono.
Dicen que estos ruidos, son acúfenos y suelen ser síntoma de sordera. Sin embargo, hacerse viejo es hacerse sordo.
Y aún escucho con aceptable calidad para entender, me refiero a que no es una de mis taras más notables.
Ocurre solo cuando duermo durante el día. En el sueño nocturno y silencioso, raramente escucho en mis oídos ese silbido.
Mis oídos no están excesivamente estropeados.
No son acúfenos.
Ocurre que el mundo y yo nos rechazamos, más concretamente la humanidad y yo.
Y un otólogo no puede curar estas cosas.
Algo extraño se filtró entre la cópula de madre y padre, la que me concibió.
Y soy por tanto una mutación, un extraño entre la humanidad.
En algún momento, un espermatozoide y un óvulo se contaminaron y absorbieron algo ominoso, y el resultado es la aberración que soy.
De pequeño le decía a mi madre que oía crujidos en mis oídos. Mis dolores más frecuentes y temidos eran los de oídos, y lo son. De hecho, cualquier malestar o daño, repercute siempre en mis putas orejas. Una noche, muy adulto ya, dejé sangre en la almohada y no me extrañó, solo quería que dejara de doler de una puta vez. Y aquel silbido que no me dejaba escuchar mi propio pensamiento…
La humanidad provoca un rugido molesto y caníbal. Solo cuando me oculto en mi madriguera, consigo bajar el volumen a un agudo silbido.
Y loco no estoy porque identifico con absoluta nitidez los que deberían morir y los que no importa que sigan viviendo.
Solo la frecuencia de su voz me da paz, cuando ella habla, yo callo para que no deje de decir.
No son acúfenos, son ruidos reales que provocan los humanos en mí, es una infección.
Recuerdo el molesto eco de la voz de un sacerdote en la iglesia, cuando hice la primera comunión. A los sacerdotes les encanta la teatralidad de orar y demostrar que con su potente eco resonando en las paredes, tienen un trato directo con dios. Un par de veces que ya de mayor, inevitablemente he asistido a una misa, no han conseguido rebajar esa incómoda sensación acústica que sentí de niño.
Temo que si fuera sordo, serían mis ojos los que con aberraciones ópticas, pondrían de manifiesto mi rechazo a los humanos y sus cosas.
Del constante olor a mierda, ya reflexionaré en otro momento.
Y no estoy loco, solo cuando la follo y el único sonido que escucho es el líquido chapoteo de los sexos y los gemidos y jadeos; siento que pertenezco aquí a este lugar poblado de humanos, abarrotado, atestado, asfixiante…
Gracias a esta bella espécimen que amo sorda y únicamente, gozo de momentos de armonía. Lo que dura un polvo. Y he de reconocer que no soy un gran follador que bombea durante horas sin cesar. Es humillante confesar estas cosas, lo efímero que a veces puedo ser para lo mejor.
Alguien insistiría en que algo huele a podrido en Dinamarca cuando mira mi cerebro, está bien; psiquiatras y psicólogos necesitan ganar dinero, es lógico.
Hay ocasiones que imagino que ese silbido es la vida que se me está escapando por los poros de la piel, y cada vez con más caudal y presión.
Temo que un día la muerte haga sonar su trompeta pegada en mi oído para despertarme y sacarme de aquí.
Morir con el arrebato de un sórdido solo de trompeta…
Es bonito; pero una vergonzosa ingenuidad facilona y tonta por mi parte.
Todo son malas noticias.
No se me puede reprochar ser un odiador profesional.
No, no son acúfenos y unos audífonos lo empeoraría amplificando el ruido del mundo hasta lo insoportable.
Me pegaría un tiro.
Estoy seguro, de que si vivo lo suficiente para quedarme sordo, ese silbido lo seguiré escuchando. Ese chirrido que me provoca la cercanía de la humanidad.
Y ella tiene que hacer sus cosas, mi amor no puede estar ahí siempre protegiéndome y dándome paz. Por otra parte, soy muy orgulloso. No necesito ni quiero cuidados de nadie. Sé joderme con la boca cerrada, con cojones. Y si tiene que doler, que duela.
Necesito urgentemente unas vacaciones, apagar ya el sonido de la vida; con su conclusión lógica.
Acúfenos…
Y una mierda, estoy más sano que un pedo.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

18 de mayo de 2016

Lo platónico es muerte


Soy un torrente de sangre directo a ti.
Soy una consecuencia orgánica de tu existencia y mi piel se desprende buscando la tuya.
Hay cierto dolor pulsando bajo las frecuencias del cariño y el deseo. Es el ansia de joderte, de metértela.
Atroz deseo que pone en jaque la integridad de mi mente.
El amor es un dolor narcótico y adictivo que se aferra a todas las fibras sensibles del cuerpo.
El semen derramado que muere frío en mi vientre es un sacrificio cruento en tu honor, a tu amor.
Duele escupir ese deseo desesperado lejos de ti.
Y sueño que un día se deslice por tu piel cálida, muslos abajo.
Amar no puede ser platónico mientras haya un pene erecto y entumecido descontrolando las voluntades y anulando la razón.
Un amor platónico es un despojo, un resto, un cadáver de deseos e ilusiones.
No concibo amarte sin sentir el tacto de tu piel; jamás podría aceptar lo platónico con beatífica y romántica actitud, cuando toda mi naturaleza pide arrastrar mi bálano baboso y doliente entre tus pechos, indecentemente cerca de tu boca.
No puedo, es anatema disociar tu mente de tu cuerpo. Incurriría en pagana blasfemia.
No hay obscenidad, solo un carnal arrebato descontrolado por eyacular en los rincones más profundos y húmedos de tu cuerpo.
En todos, en toda tú.
¿Platónico? Tu coño no es platónico, ni tus manos empapadas de ti misma. Eres carne de deseo.
Incomprensible es como puedo respirar sometido a la gran presión de tu columna de amor y mi lascivo deseo de ti.
Si fuera creyente, si considerara siquiera la posibilidad de la existencia de un dios, le pediría a un sacerdote que intercediera por mí a su dios para que me otorgara follarte. Follarte la boca, el coño, el culo.
Follar tu pensamiento y poseerte toda, toda, toda...
Que dios te mantenga con tus piernas abiertas, derramándote de deseo con mi polla bombeando dentro de ti con la fuerza del odio y la muerte.
Amándote con la certeza de la extinción de la vida en el planeta.
Que no me jodan con lo platónico, porque eres de sangre y coño. Y tus pezones erectos agreden la tela que los cubre y a mi pensamiento.
Porque tu coño se abre dejando escapar una baba que hace temblar mi boca. Filamentos de deseo se desprenden de mi glande, haciendo de mí una bestia feroz acechándote entre la espesura de esta puta vida.
Lo platónico es muerte, fracaso, desesperanza y decepción.
Es no aceptar que sin cuerpo no hay mente.
Es asumir la derrota con cobardía e indolencia.
Puta...
Puta...
Puta...
No eres platónica, eres mi amor gimiente, desesperada. Abierta y desgarrada.
No serás de Platón, serás mía y será sometida tu mente y tu cuerpo a Mí.


Iconoclasta