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4 de mayo de 2021

Lo extraordinario


El odio no es extraordinario, es otra cosa mediocre, cotidiana. Por ello pasa desapercibido odiar es de lo más adocenado; sobre todo en su versión más suave aunque más infecciosa: la envidia.

El amor no puede pasar desapercibido: causa una extraña inquietud, es un aire fresco y picante en la nariz, como menta o cítricos. Provoca un nerviosismo del que no acabas de entender su causa, no sabes si nace del estómago, de los pies o de las manos que se abren y cierran continuamente.

En los amaneceres, al despertar, por el amor tienes la angustiosa sensación de que te falta alguien. Te has despertado tan solo…

El odio te hace maldecir y desconfiar de los nuevos días, todos.

Hasta que llega el extraño y exótico amor y desbarata tu cultivado cinismo.

Por eso el amor no puede pasar jamás desapercibido, cuando aparece rompe la nauseabunda percepción de mediocridad que te provoca la humanidad en masa y su uniformidad.

Te ofrece a alguien a quien localizar si no sabes su origen y si lo sabes, a alguien con quien descubrir las cosas bellas que entierra la humanidad bajo sus excrementos.

Alguien con quien escapar de este momento y lugar al que te han condenado.

Sientes algo que podría ser esperanza si tu mente cínica se permite jugar con la ingenuidad.

Podrías no hacer caso de él, no buscarlo o no pensarlo; es tan fácil ignorar como odiar; es tu íntima decisión. Haz lo que quieras.

Sea lo que sea  lo que hagas con el amor, recuerda el momento y fija en tu memoria las emociones. Es necesario que quede constancia de algo tan extraño en tu vida. Tan inusual.

Serán archivos importantes que pueden dar paz a tu mente cuando lo nauseabundo te acorrala; cuando la puta vestida de amor te ofrece sus servicios con las bragas llenas de mierda.

Mantén los datos localizables porque hay días que te agarrarías a un clavo ardiendo donde sujetarte de cansancio. Que no te engañe la puta.

Y haz lo que debas.




Iconoclasta


9 de septiembre de 2017

El más hermoso error


Eres un error, una equivocación del planeta.
Algo salió mal cuando te concibieron.
Sé lo que digo, porque siento un profundo malestar por la humanidad, un desprecio connatural desde el momento que nací. No puedo evocar a alguien que admire o ame entre tantos millones de seres muertos y vivos.
Deseo estar lejos de ellos y lo que tienen. Los rechazo como mi organismo lucha contra la enfermedad.
Eres un error, un accidente; porque pienso en ti constantemente.
Porque quiero estar cerca de ti, dentro de ti.
¿De dónde saliste, hermosa mujer? No puedo imaginar que salieras por un coño.
Tú brotaste perfecta, hermosa y completa en algún lugar secreto del planeta.
O en un lugar ignoto del cosmos.
Te parió la tierra secreta y oscuramente.
Yo, indiferente a la alegría y al dolor de la humanidad, te pienso, te sueño, te imagino. Río contigo porque me contagias, porque me apasionas.
Lloro contigo porque tu dolor son espinas que se clavan en mis ojos.
Eres el único error del planeta al que deseo besar, abrazar, follar...
Te amo tanto que te haría daño para llorar contigo, lo amo todo de ti.
Sentiría tu dolor de la misma forma que sentiría tu coño oprimir húmedo, pulsante y caliente mi verga.
Eres única, un azar irrepetible.
El último tesoro del mundo.
Me arrancaría trozos de piel para que lloraras por mí.
Por mi desdicha de no ser un error: desde que existes, todo es adocenado. Y me conviertes en vulgar a mí con tu extraña naturaleza.
Me haces anodino y pienso que no merezco amarte.
¿Y si realmente no te amo? Tal vez solo te ambiciono como un coleccionista obseso busca la pieza más valiosa.
Es solo semántica, amada rareza; un divagar filosófico de la volubilidad de la palabra. Porque el hecho es que te deseo con la potencia de mi cerebro, mi pensamiento y con el rabo duro hasta el dolor.
Tenía que ser tajante, porque la ambigüedad es la consecuencia de lo vulgar.
Ergo te amo, rareza.




Iconoclasta