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22 de noviembre de 2012

La mirada borradora




Ocurre en cualquier momento, en un segundo comienza un apocalipsis gradual: la mirada borradora destruye las formas, los colores, las cosas y las personas.
Destroza todo el amor y el odio del mundo, es la extinción total de vida, materia y espiritualidad.
Si es una afección psicótica o una mutación ocular, no importa porque el resultado para quien la padezca o disfrute, es idéntico: la aniquilación total. Y la realidad es absoluta para el que borra todo aquello que ya se ha cansado de observar.
Suele ocurrir cuando los ojos se encuentran relajados, asaces. Cuando una masturbación solitaria ha creado una intensa fantasía idealizando una realidad que no existirá. Es una forma de supervivencia en un mundo hostil que insulta nuestra inteligencia con vidas y cosas que nos han hastiado durante mucho tiempo haciendo la vida inviable.
La mirada borradora aflora cuando el semen se enfría solo entre los dedos, con la leche aún borboteando por el meato del bendito pijo, que es el único que placer nos da. La mirada desdibuja entornos y contornos. Los colores se convierten en cera caliente derramándose por el suelo. Los ojos de las bestias de dos y cuatro patas caen de sus cuencas lánguidas y elásticas deformadas por su propio peso.
Ocurre cuando ya se sabe todo de la vida y comprendes que no hay otra dimensión, ni otro lugar donde ir que se pueda parecer mínimamente a lo que sueñas.
Todo comienza con una lágrima que desenfoca el planeta. No es la lágrima lo que deforma las cosas, la lágrima solo es un producto nacido de la desesperanza.
El mundo que imagino es perfecto y la realidad hedionda. Estoy abandonado.
Ante esta comprensión es cuando se adquiere un super poder, o una enfermedad mental. Y la mirada borradora comienza a radiar su destrucción sin que se pueda evitar; igual que una fusión nuclear nadie puede parar. La gente muere silenciosamente, desaparece.
“No quiero desaparecer así”, “No puedes borrarlo todo”.
El que no quiere desaparecer, siempre te ha querido joder la vida, no hay que hacer caso; hay que borrarlo empezando por el cerebro. Sí que se puede borrar todo cuando la enfermedad de los ojos borradores ha destruido todos los anticuerpos de la razón, todo es posible. Como sumergir todas las vidas y todas las cosas en el Mar del Olvido Cósmico. Solo queda su luz molesta viajando en el espacio, demasiado lejana para que la pueda ver y borrar.
La mirada borradora llega para vengar las ilusiones  asesinadas que jamás ocurrirán. Es mi némesis contra una vida de mala suerte. Odio a los triunfadores por nada en especial. Si no puedes ganar, odias. Es así de simple. Con los años aprendes a sentir asco por los afortunados, por los inteligentes, por los que más ganan. Deseas aniquilar a todo ser dichoso que te echa en cara tu fracaso con su existencia de mierda.
Y rindes culto a tu polla, que para eso la tienes. Y escupes tu felicidad por el pijo con cada cosa que borras.
El mejor amigo del hombre no es el perro.
Los contornos de los seres humanos ya prescindibles en lo que queda de mi vida, se difuminan con el aire; cosa que provoca una náusea, un mareo. Poco importa, porque aunque vomitemos, es bueno que desparezca todo aquello que no nos gustaba o nos gustó en algún momento. Lo importante es que mis manos están nítidas y el semen forma perfectas y definidas gotas en mi pubis. Eso no se puede borrar, no lo quiero borrar.
El semen es un conjunto de hijos borrados.
No es quedarse ciego, porque lo ves todo. Observas toda la muerte y la venganza contra la mediocridad y lo plano ante el triunfo ajeno agonizante. La mirada borradora se convierte en heroína que corre veloz por mi sangre y necesito inyectar más y más.
El sol ya no tiene una forma definida, ese hijoputa que tanto me ha calentado la piel, que me ha podrido dando vida a otros… Es ya un foco que ha perdido intensidad. Ya no es la puta estrella creadora de una vida mierdosa.
Mi mirada acaba con la vida que el sol creó y el frío se instala en los huesos y en las entrañas de todo lo animado. Solo mi pijo desprende vapor escupiendo semen.
Sin tanta luz todo se ve mejor: las cosas horrendas ya no se pueden maquillar con un contraluz y si existiera algo bello, se podría apreciar con más detalle.
Los pelos rojizos de mis cojones se saturan de color como las hojas muertas en el otoño. Gracias a que he borrado el sol.
El vómito ante la mirada borradora se mantiene nítido, como un monumento, una obra de arte perfecta ante lo que se diluye y desaparece. Mi asco es mi obra eterna en lo que queda de este mundo.
La mirada borradora es voraz e ingobernable, ya no hay segundas oportunidades. No más esperas, es hora de que todo desaparezca.
Menos mi polla y yo.
Lo corrupto ya no se sostiene, no tiene ojos, no tiene músculos, ni huesos. Lo que odio es leche sin pasteurizar. Dura nada bajo mi mirada borradora.
Los rostros han perdido detalles, todos son idénticos deshaciéndose y lloran su muerte intentando con sus manos indefinidas, cubrirse de mi mirada.
Las casas y sus fachadas son rostros con ojos sin color ni movimiento que lucen bocas abiertas sin labios ni dientes. Hay ventanas como cuencas vacías, en las que se borran familias que se creían felices, intentando dibujarse los rostros con pintalabios y acuarelas infantiles.
Los hay que aún no saben que se están deshaciendo y piensan en ir al médico porque creen que es conjuntivitis el no verse a si mismos en un mundo que ha perdido luz.
Los más inteligentes, no saben que los estoy borrando. No eran tan listos como ellos u otros pensaban.
La mirada borradora es justicia plena y los que un día triunfaron a costa de mi fracaso, ahora mueren por mi voluntad. Mi triunfo.
Sus carnes se estiran y se derraman por el suelo con sangre descolorida, los perros ladran perdiendo sus mandíbulas blandas al aire y se desangran por las desparecidas arterias. Los pájaros se convierten en borrones de tinta en un cielo caótico mezclado de azul y blanco que se diluye para convertirse en nada.
La mitad del gato que descansa en el alféizar de la ventana, se descuelga varios metros y su mirada es triste como lo fue la mía antes de ser borradora.
Yo me mantengo íntegro, mis manos son perfectas y mi cuerpo es sólido.
Con cada árbol, con cada coche, casa y ser vivo que desaparece, mis fracasos se olvidan y los recuerdos se hacen amables. Yo vivo y la humanidad y lo que la contiene, muere. Por mi voluntad.
Mi santa volición.
El miedo y el dolor de la humanidad se ha convertido en mi gozo, en mi sueño cumplido.
Todo lo que me rodeaba carecía de importancia, porque no siento más que alivio con toda esa muerte.
Nada importaba demasiado, y ahora me queda el pesar de no haber cultivado antes mi mirada borradora. Todo se podía borrar y he dejado que durara demasiado tiempo. Era tan fácil acabar con lo anodino…
Las vidas ajenas no son más que simples dibujos que alguien trazó mal y de malhumor. Y yo he pagado ese error demasiado tiempo.
Que mueran, que desaparezcan, que dejen de existir y que no quede huella de nada. Que luchen y fracasen contra mi mirada borradora.
Que se jodan, no los soporté nunca.
Yo regaré la nada con mi semen blanco, sólido, dulce y cálido.
Que no abran la boca los que mueren, o se tragarán  el maná de mi placer.
Llega la noche, y el mundo está más silencioso que nunca. La luna es un queso podrido y aguado, las estrellas no brillan, solo son manchas blancas de grasa.
Mi cama está definida y mientras borro mirando por la ventana la luna y el cielo negro, mis ojos piden descanso. Hay poco ya que borrar, puedo dormir tranquilo y acariciar mi triunfo que está erecto y deja un rastro incoloro, espeso y de fuerte olor entre mis dedos.
La mirada borradora es excitante…
Me pregunto donde despertaré mañana si casi todo se ha borrado, qué comeré o adonde iré. Sonrío por primera vez en muchos años ante mis dudas, ante lo desconocido.
No importa si mi muerte es el precio por gozar del privilegio de una mirada borradora. Ojalá naciera mil veces para hacer mil veces lo mismo en otros mil planetas.
Aunque me joda.
Yo no seré borrado como los vulgares, moriré con mi cuerpo íntegro, como un hombre.
Si alguien no ha muerto, que aproveche unas horas de vida mientras duermo, mañana no quedará nadie.
Que mi mirada borradora me libre de vosotros.






Iconoclasta