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8 de agosto de 2017

La maldad


Mi hijo duerme tranquilo ahora en la cuna tras tomar el biberón. Mi esposa también duerme en nuestra habitación. Era mi turno de atender al bebé. Apenas tiene aún tres meses; pero reconozco lo que es: un humano más.
Las madrugadas y el malhumor de tener que despertar para atender a mi hijo, me llevan a pensar cosas sombrías.
Cuando llora siento deseos de tomar su manita entre las mías y romperle uno de sus deditos. O arrancárselo. Me irrita el llanto de mi hijo.


¡Ah, la maldad!
El mal (la maldad) como ente no existe más que en la literatura, el cine, la superstición (religiones de cualquier índole) y en la ignorancia popular.
El mal como ente, como corriente maligna que lleva a la dominación, tortura,  asesinato, robo y usura es solo una creación mitológica para justificar las crueldades de los que están en el poder y así poder perdonar a otros  hijos de puta (sus sicarios), ya que todos podemos caer víctimas de la maldad que cubre la faz de la tierra en constante lucha con el bien de mierda.

Tengo una navaja de filo dentado y acaricio la barriguita del pequeño, me tranquiliza saber que puedo destriparlo y esperar a que despierte su madre y acuchillarle los ojos también.

En el planeta no existe la maldad como epidemia o microbio del aire.
Solo hay malos. Malas personas envidiosas. demasiado pendientes de lo que otros tienen o hacen. 
No solo es malo el tirano (la tiranía no es un acto de maldad, es un acto de un hijo de puta), son malos los muertos de hambre que gobierna, los que le comen la verga con fruición para recibir un favor de su amo. Y eso mata a otra gente: a sus vecinos a los que deben dinero o ganan más que ellos.
Y tirano es cualquier juez que ejerce su poder, una narcotraficante, un presidente de cualquier país, un empresario ambicioso hasta la enfermedad o la banca.


El bebé arruga el ceño por algún malestar de la digestión. No quiero que el pequeño asqueroso llore y estropee el silencio de la noche.
Intento serenarme; pero no puedo evitar darle un pequeño golpe en la cabeza con la mano. Sorprendentemente, solo se ha movido inquieto en la cuna y no ha llorado.


Hay quien habla de la maldad como si fuera algo ajeno a la humanidad y ésta fuera víctima de ella. Es lógico que inventaran un dios para protegerse del diablo. El ser humano es esencialmente animal, un animal medio domesticado por otros con un poco más de cerebro. Así que ante tanta violación, robo y asesinato que perjudicaba la riqueza del amo de los más pobres, se acordó crear la maldad como responsable de tanta mierda.
Pones a rezar a los hijos de puta y que se crean santos de mierda. Con eso ya los tienes medio controlados. Judíos, cristianos, musulmanes, taoístas... Solo es cuestión de tomar una muestra de cada superstición para observar los ojos sucios de la hipocresía.


Mi hijo será otro de tantos, a lo mejor si tiene suerte se convierte en alguien con cojones que reconoce lo que es; pero me temo que los genes de su madre han estropeado esa opción de parecerse a mí.


Definitivamente, la única forma de extinguir la maldad es erradicar con fuego y radiactividad todo rastro de vida humana. Verás que limpio queda de mierda el planeta en unas semanas.
Años atrás, afortunadamente, había cierta mortalidad de bebés al nacer; pero eso se ha perdido. Ahora nace todo y mueren pocos.


El bebé arranca a llorar: lo zarandeo y le abofeteo la cara, le grito que es un pequeño asqueroso y le pongo la punta de la hoja de la navaja bajo un ojo. Si se mueve, bruscamente será su culpa.
"¿Qué le pasa a David? ¿Por qué gritas?"
Pregunta mi esposa desde la puerta de la habitación, solo lleva bragas y el vello  de su coño asoma por ellas. Sus tetas están aún enormes y pesadas de leche. Me gusta follarla así.


Así que menos plegarias para pedir la paz y la armonía, porque esas cosas son alérgicas a los humanos. El hecho de que se manifiesten contra las corridas de toros y disfruten con los ojos felices de las fiestas del orgullo homo, no los hace buenos; simplemente están desesperadamente aburridos.


Cuando enciende la luz de la cabecera de la cuna, observa la mejilla enrojecida de David y tal vez algún daño en el cuello por la bofetada. Me grita que soy un hijo de puta.
Le pego un puñetazo en el vientre, le arranco las bragas cortándolas con la navaja y le doy un puñetazo en la boca con el dorso del puño. Le meto la polla, ahora que está aturdida y tirada en el suelo. Muerdo sus pezones mientras la embisto una y otra y otra y otra vez; quiero que le duela.
Yo la jodo y el bebé de mierda llora. Precioso.
Le digo a mi esposa que no es mi responsabilidad el bebé, yo no quise ser padre. No quiero atenderlo. Está de acuerdo, ha asentido con la cabeza mientras de su coño se escapa mi semen (me siento macho absoluto), de su boca sangre y de sus ojos lágrimas. Y así, goteando mi leche, se ha incorporado y ha tomado al pequeño en brazos, el bebé ha callado y respira tranquilo.  Seguramente no hay daño alguno en el cuello. Ha tenido suerte.


En el mundo no hay maldad, solo una cantidad pornográfica de hijos de puta.
Yo no soy maldad, soy simplemente malo, porque quiero, porque me gusta, porque me la pone dura.




Iconoclasta