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5 de enero de 2024

lp--Los amores fallidos--ic


Los hay que tienen un grave conflicto con el amor y sus imposibilidades.

Ocurre cuando existe el amor real y las posibilidades se escriben con el humo de un cigarrillo en día de viento.

Existen infinidad de formas para explicar y llorar las tragedias del amor; pero sólo son efectivas las crudas y precisas, sin eufemismos y circunloquios.

No existe forma alguna de conciliar el amor con la distancia y el tiempo cuando están desincronizados.

O arrancan juntos los dos latidos de los amantes o están condenados.

A la amistad, la fraternidad y el amor filial no sólo no les afecta la distancia y el tiempo; incluso con distancia y tiempo mejoran, se enaltecen. No son emociones carnales donde el sexo sella la unión del deseo y la ternura.

No te follas a los hijos para consagrar tu amor.

El amor de hombre y mujer es espíritu y carne. Y deben sincronizarse en el tiempo y las distancias: si estás en la vejez, debes ser consecuente, como si estuvieras a diez millones de años luz de distancia, en un planeta que explotó.

Si falla la espiritualidad, la carne sabe insípida y piensas en el precio cuando pagas.

Y si falta la carne, te quedas sólo con el cinco por ciento del total del espíritu. Que nadie piense que lo espiritual es vital, somos casi cien por cien animales, todo nuestro peso es carne; el espíritu es un pequeño porcentaje, ocupa un espacio mínimo entre los huesos, la carne y la piel.

Mientras intentas cuadrar ese amor por una vana y rebuscada esperanza imposible de materializar, las carnes se marchitan y los espíritus se desecan.

Es necesaria la madurez para reconocer la imposibilidad y acabar con el tormento que no conduce más que a la tristeza y desesperación.

Lo que ha de morir, debe morir.

Que el amor muera lenta e indoloramente, dependerá de cuánto deseo y tristeza has derrochado en cuadrar lo imposible. Aquel deseo y afán no satisfecho, al cabo del tiempo se convierte en un alivio al verlo muerto. Es una carga que te arrancas de los hombros y te lastraba en la tierra ardiente y doliente.

Es importante que a los amores que nacen muertos, a pesar de reconocerlo, darles un tiempo de expansión e ilusión para que se desengañen por sí mismos. Así evitas que espíritu y carne se desgarren con ese dolor de pesadilla que tanto tememos; el espíritu y la carne se acomodan a sus propios fracasos si les das tiempo.

Se debe hacer espacio, liberar ese cadáver de amor para otras posibilidades, el mundo no está lleno de amor; pero la soledad tampoco abunda, es una costosa gema.

Que cada cual haga lo que deba.

O lo que pueda.

Es fácil concluir que si llevas décadas viviendo en soledad, puedes morir solo sin ningún problema, puede que incluso tu muerte anónima sea grata.

Morir no requiere de explicaciones a nadie.

Tal vez caigas, ante la proximidad de la muerte, en la tentación de a quien amaste un día pedirle perdón por tu imposibilidad y torpeza; pero no sería bueno; pudiera estar viviendo un nuevo amor. Las palabras surgidas del pasado estropean y enturbian el presente. No necesitas humillarte y disgustar a nadie por un romanticismo que no existe más que para el egoísmo de darte importancia en el morir.

No importa cuán numerosos sean los amores fallidos, recuerda que consuelo de muchos es consuelo de tontos.

Ten clase, elegancia, llora lo que debas después de haber cumplido con tu deber.

Piensa en el soldadito de plomo y su bailarina: en la versión para adultos no quedó nada de ellos tras deshacerse en el fuego de la chimenea.

Cuando éramos pequeños la gente sabia nos preparaba para lo temible...

Y cambiaron a los sabios por idiotas y ahora engañan a los niños.

A lo mejor no fueron fallidos los amores.

Tal vez no es la palabra correcta o piadosa; pero qué más da el nombre del cadáver.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

9 de diciembre de 2023

lp--Conciliar el alma con la carne--ic

El gran problema del cuerpo es el alma que lo humilla haciéndole creer que es un super cuerpo con superpoderes.

El alma es todo emotividad e ilusión. Espiritualidad sin descanso.

Pero la vía del dolor y el placer es la carne, siendo el dolor lo más habitual.

Calor, frío o indiferencia en el mejor de los casos.

Al no tener nervios el alma no conoce el dolor, ni el placer más que como poesía o ilusión para recrear tragedias y romances oníricos. Y como es el dolor lo que hace realmente notoria la vida y es el parásito pegado a la piel desde el nacimiento, el placer se queda en mera anécdota y una exaltación excelsa del alma de la reproducción, la cópula sexual.

Y así en toda situación, momento y lugar; con el deseo, la libertad y el planeta entero. Si le das libertad al alma convertirá tu vida en un falso paraíso aún que no eres cadáver.

He sido lo suficientemente hábil para domar el alma, hasta el punto de dudar si la tengo.

He amorrado mi alma contra mi sexo y el de mi puta para que tuviera un atisbo del acre y fuerte olor de los genitales, que no huelen a rosas o esencias divinas, sino a humores sexuales dulzones y picantes como el ácido olor de los restos de orina y su animalidad afrodisíaca. Como a mí me apasiona y excita, sin circunloquios de poetas con el alma escindida del cuerpo, ingenuos...

Mi alma es conocedora del agrio aroma a sudor de mi carne, la que como y follo. Y evoca su coño en toda su magnitud, fragancia, viscosidad, elasticidad y sabor, con el más obsceno pragmatismo y deseo animal.

Hace eones que mi espíritu aprendió de la carne y no la humilla con rebuscadas imágenes idílicas, extraterrenales aromas y gemidos de mitológicas posesiones.

Mi alma asume los jadeos animales de lucha, posesión y placer. Un cansancio acumulado de dolor y frustración que se diluyen por unos segundos con el semen mezclándose con su viscosidad en la cópula.

Y así, sin engaños, admiro con profunda emoción las cercanas y abruptas montañas y las nubes que las acarician masturbándolas.

Precioso...

Las amo por lo que son en realidad, sabiendo que caminando por ellas y sus nieblas, la muerte, el dolor y el cansancio se hacen posibilidad en mi alma como el frío y el deseo angustioso de encontrar refugio y sobrevivir.

No ser cazado, no caer y partirse las piernas o la cabeza dentro de esa bella foto que el alma en su ignorancia, juzgaba como el sumun de lo idílico.

Aprendí a amar y admirar a pesar de la verdad de la carne y su dolor, a pesar de las fantasías del alma ignorante y cándida.

Los reyes magos no existen; sólo importa su sabor aún en mi boca, la textura de sus endurecidos pezones o la agridulce baba de su coño.

Y mi rabo oliendo a ella...

Mi cuerpo es uno con el alma, sin remilgos y con la adecuada pasión y fuerza.

Ya no sé cuándo perdí la gracia de la ingenuidad. Y ahora amo lo bello a pesar del terror y el miedo que pueda prometer. Amo el sexo crudo como despertar con una ternura al lado de quien amo.

Amo a las hostiles montañas y sus nieblas que me dejan ciego.

Mi alma se hace vieja conmigo, íntimamente insertada en cada fibra muscular.

Moriremos juntos, sin fantasías.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

15 de diciembre de 2022

lp--Desde mi nube--ic


Hay momentos en los que me permito subir a las nubes y desde ellas te busco. Sé que mirarás al cielo cuando me acerque altamente a ti.

Son cosas infantiles, lo sé; pero me canso de ser adulto y la desesperanza que conlleva la sabiduría de vivir. Necesito unas breves vacaciones de mí mismo, evadirme de mis nefastas certezas durante unos segundos. Soñar que te doy un simple beso, que tomamos un café con esa tranquilidad de saber que no hay tragedia de distancias e imposibilidades de la historia de cada cual.

Así que desde allá arriba te gritaré mi amor y tú con un gesto de la mano, me dirás que baje. Sin dejar de sonreírte, espiando tu escote, te diré que no puedo. He dejado mi cuerpo abandonado en el bosque y podría morir. Y si muere el cuerpo, muere toda esperanza, aunque de hecho, nunca hubo ninguna.

Solo unos segundos para descansar de la presión de la realidad, sentado en una nube de tinta y papel. Ilusionado como el crío que muerto dentro de mí, imaginaba momentos con ojos brillantes de ilusiones.

Lo maté porque no podía permitir que supiera la verdad de todo. No podía permitir su llanto de tristeza, miedo y frustración.

Cuando te haces adulto debes asesinar al niño que fuiste.

Una muerte piadosa…

Ningún niño tiene que sufrir la ausencia de magia e ilusión que hay en la vida de los adultos, en su madurez.

Porque si el pequeño llora de tristeza y decepción te contagiará el miedo y la pena.

Y construirás castillos en el aire indignos de un hombre, cometiendo delito de infantilismo e ingenuidad.

El hombre solo debe soñar cuando duerme agotado de trabajo, errores y decepciones. O duerme sereno después de follar, cuando inopinadamente algo salió bien por el esfuerzo de bregar entre tanta mierda todos los días. Y si fue por azar, mejor así, menos cicatrices.

Cuando empieza la jornada rasgas todos los sueños y lanzas los jirones al viento que se desintegrarán en la luz antes de llegar a ningún lado.

Y así se crea y mantiene tu vida, palpable y firme. Tuya y solo tuya.

Cruel y salvaje con toda ilusión, con toda libertad que quieren arrancarte de tus dedos aún no muertos.

Vivir es un esfuerzo atroz para un niño. La vida cuesta millones de unidades de dolor en algunos momentos. Entiérralo, duérmelo para siempre si prefieres llamarlo así; si te hace sentir menos asesino. Que su infancia no se enturbie por la violencia y los jadeos de esclavitud y mezquindad de los adultos.

El niño ya hizo lo que debía, dale su descanso y tú, sé hombre.

Y lo hice, el cadáver del niño que fui flota en mi pensamiento, dulcemente. A salvo de todo lo malo que vivo y de la muerte que llega rápida, con adelanto sobre la hora establecida.

El pequeño está a salvo.

Sé que le hubiera gustado viajar conmigo en la nube y agitar la mano saludándote.

Cuando llegue mi fin, intentaremos ir juntos a saludarte desde lo alto; si la muerte fuera más dulce que la vida, nunca se sabe (otra esperanza sin fe desde mi nube).

Vuelvo a mi vieja piel.

Bye, amor, hasta nunca.

Hasta siempre…




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


25 de febrero de 2021

Yo, asesino de mí


Cuando escucho las sintonías de los dibujos animados de mi infancia pienso que entonces mis seres más queridos estaban vivos.

No podía imaginar su muerte por esa inocencia que nos deja indefensos a todo.

Y admito que nunca se me había ocurrido pensar que debería deshacerme del niño para ser hombre. Lo hice de repente, como una revelación que nada tenía de divina.

Es mentira, el ser humano adulto no puede ni debe esconder al niño dentro de sí. Es obsceno solo imaginarlo. Lo ha de matar y asumir su forma definitiva adulta.

Jamás un adulto debe usurpar edades que no le corresponden, porque es indignidad y cobardía.

Los recuerdos de mi infancia son las pruebas del crimen, lo que queda tras el asesinato que cometí.

Si  te matas a ti mismo, matar lo demás es casi intrascendencia. Si has asesinado al niño que fuiste y te has untado la cara con su sangre, te has hecho adulto. Es un bautismo cruento.

No hay lenta metamorfosis, un disparo en la cabeza y tomas el mando.

Y mejor así. Si el pequeño residiera en una parte de mí se asustaría como cuando despertaba gritando por una pesadilla.

La pesadilla era yo, el adulto, el poderoso; un tumor que acabaría con él.

No lo echo de menos, no quisiera volver a ser aquel indefenso Pablín; pero a veces miro su esquela y le digo que lo siento; aunque no sea verdad, no puede hacer daño.

Si el mal está hecho, no es necesario ensañarse más.

Hay días malos y días peores.

Mejor que esté muerto.





Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


Este pensamiento ya estaba escrito e iba a publicarlo cuando he sabido de la muerte de mi amigo, de mi viejo amigo Gerardo Campani. ¡Qué puta tristeza!

Por eso es mejor que el Pablín esté muerto, para que no llore por las muertes de los seres queridos. Porque hoy, al saber de la muerte de mi amigo, hubiera llorado dentro de mí.

Gerardo me llamaba blasfemo (con tal gracia que me hacía reír durante todo el día) a menudo, era un creyente, era uno de esos genios que sabía lo muy puta que era la vida y aún así, cultivaba una ternura rayana en la inocencia con su creencia religiosa.

Varias veces le hablé a mi hijo de que era realmente uno de los pocos y grandes amigos que tenía, un académico de la lengua con un elegante sarcasmo que para si hubiera querido Camilo José Cela.

No siento en absoluto lo que voy a decir, él sabía que lo quería mucho, incluso sonreiría por esto; que Dios se pudra por lo que ha hecho.

Hago un ejercicio de esa fe optimista de Gerardo, y digo que pronto me tocará a mí, y allí nos encontraremos.

Que se pudra Dios, porque ha estropeado más el mundo al matarte, amigo mío.

Que se pudra…


Pablo López Albadalejo, 25/02/2021.


26 de junio de 2017

El alma arrugada


Ocurre sin motivo aparente, como una aleatoria reacción química: se desprende una lágrima que corre por la mejilla y desaparece en la comisura de los labios.
Es el roce de su caída por el rostro una caricia tierna e incomprensible que sacude una emoción profunda que me lleva a buscar oscuridad; pero cuando el sabor salado impregna la boca, convierte mi alma en un papel arrugado por un puño inmisericorde.
Y pienso, aunque no quiera, que hay infinitas razones para llorar. Tan solo dos o tres para no hacerlo.
El sabor de la melancolía, la tristeza y los dolores es salobre y no da consuelo.
Se nubla la vista porque esa lágrima provoca otra, y otra, y otra...
A veces se rompen muros de contención.
Hay días para un llanto de sereno dolor, de bella melancolía.
Y siento que soy papel arrugado, que un puño invisible se cierra en el corazón y sin querer, llevo la mano al pecho para mitigar algo que está demasiado profundo.
La mano hace lo que puede.
Pobre mano...
"¡Por favor, ya está bien, ya vale! ¿Qué ocurre? No es necesario esto", me digo mirando la penumbra a través de una nebulosa húmeda con ojos desenfocados.
No quiero verme a mí mismo, quisiera fundirme con la oscuridad y dejar de sentir.
No quiero ver las lágrimas.
Cada lágrima refleja muertes pasadas, cosas malas que ocurrieron y cosas hermosas que no ocurrirán.
Hay un niño reflejado, encerrado en una bola de cristal. Marchito por la sal de las lágrimas. Y sonríe, no sabe que murió.
Él nunca supo que habrían llantos traicioneros e imparables.
Riadas de pena...
Siento una ternura infinita por él, porque no sabía lo que iba a ocurrir. No podía imaginar tan pequeño, que habían tantas cosas imposibles.
Tantas malas personas...
Me parte el corazón verlo sonreír en su lágrima de cristal.
Yo no podía saber entonces...
Hay amores que se deslizan ahogados por el rostro.
Sueños ajados que tiñen de negro las lágrimas.
Las últimas llevan muerte, que es paz y descanso. Esperanza de que este llanto ya no puede durar demasiado.
No quiero que las vea el pequeño de la lágrima de cristal, que siga sonriendo.
Y por fin, tras el llanto, llega una triste sonrisa de comprensión y ternura. 
Todo lo que quedará de tanto llanto, es solo eso: un papel arrugado.
Y mi alma en él.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

14 de marzo de 2016

Los niños que mueren durmiendo


Se me ha perdido, se me ha secado aquel miedo que en la infancia me llevaba al insomnio.
"¿Y si me muero durmiendo? ¿Y si no vuelvo a abrir los ojos?".
Me imaginaba la muerte entonces, como una consciencia inmóvil, oscura y muda.
Una catalepsia atípica.
Los niños se mueren también, no existía ninguna razón para que yo no muriera.
Echo de menos aquel miedo que hacía de la vida un alivio al despertar.
El niño cayó en el olvido. El hombre que usurpó el cuerpo calló el miedo. O lo mutó en suicidio, en elección.
Simplificó la muerte a un deseo, a una necesidad.
De la inocencia a la fatalidad. De la infancia a una senectud secular.
No recuerdo un paso intermedio. Hay velos, halos de luz difusa en la inquietante vida de Pablín.
Pobre Pablín, se cumplieron sus temores. Murió una noche durmiendo y ocupó su cuerpo un Pablo curtido y tal vez sordo.
Se me parte el corazón si pienso que Pablín grita aterrorizado y solito en su ataúd de inmóvil e insonora consciencia.
Los niños que mueren durmiendo no dejan cadáveres, nadie los entierra.
El niño que muere con los ojos cerrados grita por toda la eternidad auxilio.
Y nadie lo abraza.
Pablín, no llores, si lloras.
No temas, si temes.
Soy tú; pero sin magia. Sin miedo a hechos extraordinarios.
Tenías miedo a morir porque la vida te envolvía. Hasta que se separó un poquito de la piel y dejó de confortar para ser algo molesto en algunas ocasiones. Bastantes.
No sé en que momento la vida perdió importancia y tú moriste durmiendo.
Un profesor de matemáticas firmaba nuestros libros con una dedicatoria como despedida, se iba a otro colegio. "A Pablo, un extraño alumno".
Fue la primera vez que pensé que Pablín hacía tiempo que murió. Comprendí que era cierto. Era extraño a ese tiempo y lugar.
De vez en cuando le dedico un pensamiento. No cuesta nada y podría servir para tranquilizarlo un poco. Le miento diciendo que no morirá nunca, que los niños pequeños no mueren. Y sueño que toma mi mano y camina pequeñito a mi lado.
Sin que lo sepa, camina feliz de mi mano hacia la muerte.
Es un buen crío, no se merecía que yo ocupara su lugar.
Soy un cabrón...


Iconoclasta

9 de agosto de 2015

Las nubes y la inocencia



Crees posible caminar por ellas, dentro de ellas y saltar. Eras niño.

Las nubes eran tupidas masas de algodón elásticas y suaves, un lugar hermoso y sin filos para los niños tristes.

De pequeño querías escapar de aquí, identificabas mundos y lugares mejores, con una ingenuidad que a veces remuerde la conciencia. ¿Cómo pudiste ser tan inocente?

Creces y las nubes se convierten en un vapor desesperadamente impalpable.

No es extraño observar las nubes y no sentir demencia al oír reír al niño que murió para que el adulto ocupara su lugar, dando volteretas muy solo él, pero firmemente sostenido por la nube que lo cuida.

Ahora el hombre se conforma con admirar la intocable majestuosidad del vapor.

Ahora el hombre se enciende un cigarro bajo la masa de vapor mientras escucha con los ojos cerrados unas risas que bajan del cielo.

Y se alegra de estar solo porque los ojos van a perder la batalla contra la melancolía.




Iconoclasta