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13 de febrero de 2021

San Valentín está agotado


No ha conocido jamás una época de tanto trabajo.

Ni de tantos desengaños.

Hay cientos de miles de almas que se han encontrado entre los circuitos electrónicos, con una inmediatez que supera sus esencias humanas y por tanto su vida. Los cuerpos no pueden moverse a la velocidad de la luz; por ello hay tanta frustración y crean necesidades que realmente no lo son para entenderse a si mismos, para curarse.

Los expedientes de amor se acumulan y son tantas las esperanzas infundadas, que la tristeza le contagia.

Tantos amantes desincronizados en el tiempo y en el lugar…

La tecnología es una apisonadora que no da un respiro; descuartiza a los amantes en partículas infinitesimales que vagan en frecuencias que no importan a nadie más que a lo que queda de ellos. Y mueren amores, las pieles vagan por un limbo de penas, insensatez y locura.

No hay un respiro para reflexionar y que la madurez guíe en consecuencia a esos hombres y mujeres entre todas las posibilidades y lo imposible.

Pero él es quien dicta sentencias y cree en el amor y su fuerza que, trasciende más allá de lo que la razón pueda aconsejar. Y aunque duela, el amor necesita una oportunidad; que sea efímero o no es una cuestión que no sopesa ningún amante. Se ama en presente, sin fin.

Se ama con una fuerza sísmica; la misma que un día arrasará todas las ilusiones.

San Valentín solo quiere un descanso a todas esas contagiosas melancolías y tristezas de esperas y soledades compartidas mediante impulsos eléctricos.

Se siente pringado de desesperaciones y anhelos.

Las almas que antaño no llegaban siquiera a sospechar la existencia de quien hoy aman, son legión buscando el ansiado encuentro entre palabras fulgurantes y suspiros que empañan las pantallas.

Son muchas melancolías que gestionar.

Fuma y observa desde la ventana de su despacho en el ministerio del amor, en el octavo coro celestial, a los amantes sorteando como buenamente pueden sus horas de soledad.

Y como en casa del herrero, cuchillo de palo; San Valentín está solo, solo y triste, solo y agotado.

Solo y abandonado.

Sentencia un amor por vía ejecutiva y respira aliviado, la número ochocientos mil quinientos seis en lo que va de jornada.

No quiere mirar a su izquierda, donde hay pilas de expedientes que suben hasta el techo. No quiere pensar que muchos amantes, cuando dicte sentencia, ya estarán muertos.

San Valentín desearía que las computadoras ardieran, es inhumano tanto trabajo. Es cruel.

Tantos perfiles que acarician punteros inútiles, tantas necesidades y mensajes y promesas y sueños…

Sabe muy bien que muchas de las peticiones de encuentro de amor que se han solicitado con tanta urgencia, acabarán en un desengaño. Y deberá anular la sentencia que ayer dictó.

Muchos de ellos llegan a la decepción de que no son especiales cuando los besos no son lo que soñaban, lo que sus labios pedían; cuando el abrazo no llega al tuétano de los huesos. Y sentirán vergüenza de su infantilismo y del padecimiento de meses de angustia de espera que han empleado en nada.

Solo un microscópico porcentaje durará el tiempo suficiente para llenar años juntos o hasta su muerte. Aquellos pobres románticos que añoran escribir al ritmo de su pensamiento, reflexionando sobre cada idea y emoción que traza la pluma en la carta que envían a su amor. Aunque tarde en llegar.

Que los amantes tengan una prueba tangible de amor entre sus vacías y necesitadas manos, es el único consuelo a esas distancias y tiempos aterradores que tienen por delante. Esas palabras en un papel bastarán para alimentar la fuerza necesaria para afrontar las esperas. Y para llorar la muerte con cierto consuelo cuando se da el caso.

Por poco que vivan,  habrá valido la pena el agotamiento de San Valentín.

El amor vale lo suficiente para merecer un papel escrito con amor, algo a lo que aferrarse cuando la soledad y la desesperanza los aplasta. Es un sacrificio hermoso, si lo fuera. Porque lo que amas no es sacrificio. El amor solo exige ilusión y determinación.

Qué menos que tener la esencia de alguien en el papel que ha  tocado, leer las palabras que salen directas de su sangre. Y llevar toda esa triste pasión al pecho cuando duele.

Bálsamos de amor de tinta y papel aplicados al pecho, al corazón… ¡Qué belleza!

Y eso se acabó… San Valentín piensa que incluso se ha banalizado el amor.

San Valentín no tiene quien le escriba.

Ni tiempo para amar.

Está agotado y no sabe si podrá continuar por más tiempo dictando sentencias de amor. 

San Valentín piensa que se han vuelto todos locos.

Y él es solo uno.

Y está solo.

Y un revólver descansa junto a su tabaco, para dictar su propia sentencia de paz.





Iconoclasta

11 de diciembre de 2020

El venenoso bucle social


Hay gente que se esfuerza en entender y buscar la razón que explique tanta banalidad y engaño político y económico con argumentos apoyados en la fe de que la sociedad es capaz de encontrar algo de justicia entre las leyes creadas para defender el dinero y el poder; y así defender libertad y dignidad. Creen sinceramente convencidos por una lógica y una ética que no existen, que las cosas pueden cambiar; repararse más concretamente de forma pacífica, negociando o pactando.

Es mentira, es una ingenuidad creer algo así.

Y así transcurre todo inamovible, con las mismas esperanzas y frustraciones durante milenios.

No pueden asumir, debido a un pensamiento condicionado e integrado en la sociedad, que los más altos valores que rigen toda sociedad basada en poder y obediencia (de hecho, no existe otro tipo de sociedad), es la envidia, la ambición y la represión.

Cuando toda esa mezquindad se quiere explicar o excusar mediante leyes, política y moral; se otorga impunidad a los grandes estafadores electos, a los tiranos y a los ministros religiosos.

Si un estafador es tratado como político es impunidad.

Solo saliendo de ese círculo vicioso (como ocurrió durante un breve tiempo con la Revolución Francesa, una excepción que rara vez se da en la historia), se puede identificar correcta y realmente a los políticos y su ambición desmedida de poder y dinero. Al reconocerlos como criminales, la conciencia propia se relaja y el pensamiento se hace más grande y potente una vez liberado del yugo de la presión social que excusa lo inexcusable por medio de esperanzas y argumentos que se esconden tras un grueso pellejo de estafa, cobardía, ignorancia e indolencia.

Saber que todo permanecerá igual que los milenios pasados o peor, otorga de por sí al pensador una visión clara, la herramienta necesaria para su liberación intelectual con la que a su vez, podrá asumir y entender que política, economía y religión son un conjunto de degeneraciones que más tienen que ver con la ganadería que con la humanidad.

Saber y entender que el poder de las actuales pseudodemocracias ahoga y asfixia, que no hay protección alguna a pesar de lo que te roban y pagas, es un acto de madurez contra tanta estafa, tiranía e hipocresía.

No dar crédito a los grandes estafadores de la política, la economía y la religión, es dignidad.

Por la evolución de millones de generaciones castradas mentalmente a lo largo de la historia, el instinto de defensa y supervivencia se ha fulminado definitivamente en la especie humana. Y esperan encerrados en sus establos produciendo la miel y leche necesarias para alimentar el poder político, religioso y económico; esperan con fe ciega que sus ministros y sacerdotes los guíen y los salven del hambre y la enfermedad.

Lo que en un tiempo lejanísimo se arreglaba por la fuerza y evitaba así la proliferación de cobardía, ambición y envidia, ahora se eterniza con sesudas discusiones y explicaciones de erróneas y amañadas comprensiones nacidas de la decadencia actual con votos, aplausos, fanatismos y militancias.

Y así, el poder actúa cada vez con más impunidad y virulencia, con el beneplácito de sus ingenuos votantes frustrados que, prefieren engañarse a sí mismos a realizar el esfuerzo de la correcta y digna defensa; pero sobre todo, si reconocen la degeneración de la sociedad en la que viven, deberían reconocer la suya propia y su cobardía; cosa que no les complacería si tuvieran la suficiente intelectualidad y cultura para concluir que gozan de semejantes “virtudes”.

Un solo tarado estafador, alimenta y da esperanza a millones de seres, sin que haga ninguna de las dos cosas. Desde siempre ha sido así.

Es una sociedad ciega que ocupa todo el planeta. Y no sé ya si su cobardía se debe a esa ceguera, o la cobardía le infectó los ojos. A efectos prácticos poco importa el origen o causa de ambas cualidades.

A efectos filosóficos, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se han convertido la ceguera y la cobardía, el gobierno y la estafa; en un misterio indescifrable para ocultar la indignidad de que millones de seres humanos sean pastoreados por un sujeto de pocas luces y mucha suerte.

A un parásito, el gobernante; se une otro en simbiosis, el filósofo que los disculpa con sus meta estupideces (los filósofos, al final acaban creando leyes, tradiciones y culturas adecuadas para el rebaño). Al fin y al cabo, el filósofo, como animal nacido en granja, se avergüenza de sí mismo excusando al poder y por tanto su dignidad al vestir de complejos pensamientos su propia cobardía, inoperancia e indolencia.

Amén. 



Iconoclasta


7 de diciembre de 2019

Manifestaciones por clima, nacionalidades o cualquier cosa


Las miles de manifestaciones que forma la chusma por orden de sus amos o líderes, son producto de un pensamiento (si lo hubiera) erróneo de las masas, una forma degenerada y decadente de pasar el tiempo; pero sobre todo una maniobra del poder (el dinero) para controlar a las manadas de reses humanas pastoreándolas y condicionándolas para que se reúnan obediente y festivamente en los lugares y momentos que los joderosos (poderosos, ya se sabe que poder se escribe con “j”) deciden.
Congregando a la chusma, el poder se descarga de culpa al ser él quien permite y alienta las grandes trashumancias sociales. Obliga al populacho a que se sienta responsable de que, por ejemplo, el planeta esté al borde de la extinción o bien de que son ellos, los ciudadanos, los que tienen el poder de cambiar un gobierno o disfrutar de más libertades (una mentira de lo más burda).
“Coméis mucha carne, cagáis demasiado, os bañáis demasiado, vais en coche a todas partes, respiráis más de lo necesario”. Son las consignas que el poder lanza subliminalmente y la chusma repite a coro.
Con esta estrategia, el poder consigue que sus delitos de corrupción, dejación, negligencia, robo y usura recaudatoria sean sepultados bajo la alegría y festividad del populacho clamando festiva y emocionalmente por alguna de las causas de la manifestación: clima, sexualidad, crímenes etiquetados específicamente para sus reuniones y alegrías, o bien por banales disputas de idioma y cultura.
Si los ambiciosos poderosos acuden a la fiesta o manifestación, sus delitos serán perdonados y sus comportamientos admirados y votados.
Los monos escuchando música y reuniéndose en degradantes manadas, vuelven tras la fiesta a sus corrales aceptando alegres el robo, la cobardía y la corrupción de sus líderes; pero sobre todo, como en el caso de las manifestaciones por nacionalismos o climas, aceptarán que les esquilmen con más impuestos y aportaciones dinerarias para los fines por los que se han manifestado.
Y como la chusma carece de criterio, inteligencia y sobre todo de memoria histórica (una consecuencia directa de no saber leer), no se acuerda de que lleva toda su puta vida pagando por ello y que todos los impuestos que tributa en sus nóminas, recibos de luz, gasolina y alimentación con el pago obligatorio de las bolsas de la compra, no ha servido para nada. El poder ha dejado, a pesar de todo el dinero que ha robado desde hace muchas décadas; que el planeta se llenara de mierda y se contaminara el aire.
Aplauden festivamente a sus ladrones líderes, creyendo fervientemente que harán algo digno con el dinero que les van a robar de su trabajo.
Y ahora los mediocres manifestantes, se golpean con piedras en el pecho recitando un mea culpa lastimoso y vergonzoso acogiéndose a líderes infantiles en un increíble ejercicio de una decadente inmadurez mental.
Se cuestionan a sí mismos si han de seguir comiendo carne, pienso o mierda en bote. Y se encontrarán eligiendo en el mercado las comidas más mediocres; pero absolutamente ecológicas que les castrarán física y mentalmente para seguir siendo unas buenas, mansas y obedientes reses.
Lo único admirable de la imbecilidad, es como el movimiento continuo: con un ligero impulso (incluso solo con músicas o lacitos de cualquier color), sin apenas esfuerzo, los idiotas se pueden mover por millones en un instante.
Las manifestaciones emocionales o de diversión, son la más burda trampa del poder para domesticar, engañar y seguir robando a la chusma o ganado humano. Aunque se crean al llegar a casa y comerse un plato de coles con vinagre, que salvan el planeta con su sacrificio e ingenua ilusión de analfabetos.
¿Dónde quedó el pensamiento crítico y la natural y cauta desconfianza hacia los enfermos de ambición, los poderosos que gobiernan con dinero y votos?
Se entiende así, cuándo es necesario que se desencadene una guerra.
El problema no es el plástico o el humo, el problema es un exceso de habitantes.
Y un exceso de habitantes para los ambiciosos poderosos, es un constante ingreso de dinero; por eso son perezosos para provocar guerras que alivien el número de seres humanos; pero todo tiene un límite y más temprano que tarde, deberá haber una gran debacle bélica planetaria. De lo contrario, deberán rodar las cabezas de los grandes líderes y muchimillonarios y eso me parece ciencia ficción, son los dueños de los ejércitos.





Iconoclasta

9 de octubre de 2018

Ya toca otra guerra


Es lógico, es lo que debe pasar conociendo a la especie humana: al racismo y supremacía catalana le ha salido su antagonista exacto, la ultraderecha ultraespañola.
La chusma funciona como una canica en un tobogán de juguete: previsible y en la misma dirección.
La envidia es idéntica en todas las regiones del planeta, así que: culo veo, culo quiero, es el criterio de vida universal. Y de estricto cumplimiento por todos los fascistas (todos aquellos patriotas de pocas luces que sacrificarían a su hijo a dios y su amo si así se lo exigieran) sean catalanes, españoles, chinos, vascos, gallegos, valencianos, estadounidenses, mexicanos y batusis.
El cerebro está igual de podrido en todas las reses sea cual sea la cháchara en la que se expresen o comuniquen.
Lo ideal para España y Cataluña es una guerra que, servirá para desfogar a tantos nacionalistas intransigentes. A medida que la peña muere y se pasa hambre y penurias, los ánimos decaen. De tal forma, que se preguntan qué coño está pasando y en lugar de preocuparse por tuits y estados de feisbuc de sus mesías o líderes, se dedicarán a buscar comida y preocuparse de que no les meta un tiro en la cabeza un francotirador. Algo así como en Bosnia, pongamos por caso.
Dos nacionalismos antagonistas, forman un caldo de cultivo ideal para que crezca y madure otro trozo de mierda como Franco y se sienta paladín de la justicia y protector generalísimo de la puta patria. En definitiva, un general muy general.
Eso ya pasó, no es una hipótesis facilona.
Además, las guerras son un mecanismo que mantiene a raya la explosión demográfica planetaria. Hay una conciencia colectiva (como en cualquier enjambre, piara o cardumen) que hace estallar la guerra cuando los idiotas llegan incluso a volar y tapar los rayos del sol, provocando una nueva glaciación.
Las muertes en guerra no son selectivas, la conciencia colectiva crea una aleatoriedad; el único objetivo que tiene la guerra, es eliminar a cantidades suficientes y notorias de individuos.
La guerra tiene que eliminar vidas humanas con rapidez antes de que los recursos planetarias se agoten o lleven a estropear más el planeta.
Claro está, que esto no aplica a políticos, militares y puestos de favor en la administración de un país. Ellos están a salvo de toda mierda que han provocado
Si en una guerra no mueren los suficientes, se crearán más guerras.
La ciencia no ha demostrado que exista semejante conciencia colectiva, cosa que a mí me la pela. No necesito que nadie corrobore o apruebe mi sabiduría, conocimiento y experiencia.
No habrá un buen final, hay demasiada ingenuidad, demasiada inmadurez.
Hombres y mujeres que deberían tener una sólida formación mental, padecen la ingenuidad de un niño de cuatro años.
Es alucinante: nadie cree que en estos tiempos en el que todos disfrutan de su smartphone, su coche y banales deportes, pueda haber una guerra.
Salvo los que la están viviendo, o la vivieron hace pocos años atrás en Europa mismo.
La muerte próxima, la violencia ante las propias narices es la única forma de constatar que jamás puede existir un país maravilloso y justo, donde todos sus habitantes son pitufos felices hermanados y mono-pensantes que, en caso de ver a la pitufina pasear desnuda por las calles, no se la follarían. La respetarían.
Y una mierda.
Creer ciegamente que un político iluminado puede crear un país paradisíaco merece la guerra, porque marca el punto sin retorno a la idiotez de todo un pueblo. El aburrimiento de una vida acomodada y banal que busca magia, y la encuentra en la retórica basura humana que habita el planeta.
Venerar a un político hasta el punto de usar a tus hijos para apoyarlo y encumbrarlo, es la cima de la miseria humana y la decadencia de la dignidad.
Y ya se sabe que todo pueblo consigue el gobierno que se merece.
La guerra es la única forma eficaz de que un pueblo decadente aprenda que un político es por definición, una persona de la que desconfiar. Es irremediable que los haya; pero de soportarlos a creerlos y confiar en los ambiciosos, hay un abismo.
El pensamiento crítico se ha convertido en un excremento viajando cloaca abajo.
Todos, absolutamente todos los políticos, son más de lo mismo: te exigirán sacrificio a cambio de darte mierda.
La guerra es necesaria para elevar el grado de rumiante en el que ha caído un pueblo, a un estado superior donde haya algo de dignidad en los adultos.
De hecho, la paz solo es buena y conlleva progreso tras los primeros treinta años posteriores a una guerra; lo dice la historia.
Tras esos treinta años en los que se consigue alzar de las ruinas y la pobreza un pueblo, llega la inevitable decadencia de nuevo.
Estamos en la época en la que la dignidad pide a gritos una nueva contienda.
Indignidad e ingenuidad, con muerte se pagan. También lo dice la historia.




Iconoclasta

29 de octubre de 2017

Sin motivo, sin necesidad


Leyendo sobre la Guerra Civil Española, comparo tiempos pasados: tiranía de los ricos (caciques, terratenientes, empresarios sin escrúpulos, catolicismo fanático), esclavitud laboral adulta e infantil, analfabetismo, hambre, represión, abuso e injusticia a finales del siglo XIX e inicios del XX).
Y el presente comparado con lo pasado: consumo feroz (saturación de coches, teléfonos móviles, prendas costosas) condiciones laborales aceptables -dentro de lo que se puede mejorar-, entretenimiento banal casi a diario, móviles, super información -aunque falsa e indigerible-, festividades por cualquier causa, la embriaguez etílica socialmente aceptada, etc…
Me parece bien el presente, no quisiera vivir en tiempos como aquellos.
Es imposible no comparar la actual crisis política de la independencia de Cataluña y el caos de los tiempos de la 2ª República eliminada por Franco y la posterior anulación de las pocas libertades que había mediante asesinatos y una tiranía feroz, criminalmente represiva.
Concluyo que cuando hay un largo periodo de paz y cierto nivel de vida acomodado, se crea un pensamiento facilón y una pauta de conducta ingenua en gobernantes y ciudadanía que los lleva a la dejadez. A una vergonzosa falta de análisis predictivo e histórico.
Hay una decadencia, una vuelta a la inmadurez, a un cándido optimismo.
La sociedad para progresar, precisa mantener una tensión constante en los bandos político-militar y la ciudadanía; con esta tensión se evita el aburrimiento y la decadente ingenuidad de toda la sociedad.
Esta tensión, ya sea en forma de crisis económica o amenaza de las libertades,  es necesaria en las sociedades desarrolladas donde mayoritariamente, las cuestiones laborales y sociales (trabajo, justicia, sanidad, vivienda y servicios) se encuentran a grandes rasgos, resueltas. Quiero decir que no son motivos de una preocupación perentoria.
Donde hay bienestar inevitablemente se crea aburrimiento, ya que la humanidad no tiene suficiente capacidad intelectual para usar en los momentos de ocio y monotonía. Al ser humano le falta masa cerebral aún, como si el cerebro estuviera a medio hacer, medio cocer.
La evolución no se consumó con el hecho de que los monos dejaran de caminar arrastrando los dedos de la mano por el suelo.
Este aburrimiento sumado a una ignorancia bien construida por los gobiernos mediante demagogia y un exceso de información que lleva a la dispersión de las ideas centrales, crea la decadencia y el deseo infantil e inmaduro de cambio sin ser necesario.
Así es fácil que un ciudadano se sienta repentinamente al despertar una mañana, oprimido.
Repentinamente no, lo cierto es que ha habido un gran trabajo de publicidad subliminal (adoctrinamiento) por parte de fuerzas políticas y sociales durante años.
Que es exactamente lo que ha ocurrido con dos millones de catalanes ilusionados por una república independiente que pensaban conseguir con flores y canciones. En una irresponsable ingenuidad, soñaban con vivir en una nueva nación de la noche a la mañana.
Cuando por ética y libertad las fronteras se deberían eliminar, no crear.
La independencia de un territorio se consigue con guerra (la historia y la lógica de la territorialidad instintiva lo afirman). Y la guerra, además lleva destrucción y hambre.
La ignorancia y la dejadez de esos dos millones de catalanes no es alarmante, es la natural, la lógica en una sociedad acomodada. Solo hay que retroceder unos años para encontrar el mismo fanatismo (en cuanto a fervor, no en su criminalidad) en la ciudadanía de la Alemania Nazi, incluso en la propia sociedad española ante el hipócrita y psicópata paternalismo de Franco y la negación o ceguera de tantos crímenes y torturas por parte del pueblo, cuando muchos decían (y aún dicen) que con Franco se vivía mejor.
Franco vivió demasiado, tardó cuarenta años en morir, fue desesperante.
Sin embargo, el pueblo no tiene memoria histórica y vuelve a escuchar a un iluminado que se erige en adalid de justicias que no existen con una demagogia tan paternalista como la fascista.
Lo único que me tranquiliza, lo que me hace ver la libertad, es la pornografía en los quioscos de prensa. Porque es la verdadera muestra de libertad: si no quieres no la ves, no la compras; pero está ahí por si te apetece un día.
Esa es la pura esencia de la libertad: elegir sin que nadie te susurre una consigna al oído.
Cuando deje de ver publicaciones pornográficas en los quioscos, me preocuparé seriamente y buscaré otro lugar mejor donde vivir.
Cualquier otra consigna de libertad, es pura cháchara en este tiempo, en este lugar.



Iconoclasta

17 de noviembre de 2014

Putilla de antro


Te dieron tetas (bien sujetas en el brasier son hermosas) y una vanidad injustificada en lugar de cerebro y dignidad.
Quien regala tu ego, recibe una buena mamada en los sucios asientos de un coche barato, a cambio de que no mencionen las lonjas de tu cintura.
Putilla de antro, te haces selfis de mirada ovejuna, con las que pretendes dar sensualidad y enmascarar un coño que no sabe bien como correrse en los moteles baratos de mediodía o a las tardes.
Putilla de antro de nariz blanca y vodka en sangre, solo bailas tú con tu vanidad y con otro borracho que no la ve. Te quedas sola y no tienes nada en las noches que duermes en casa de papá y mamá.
No eres joven y usurpas edades que no te corresponden.
Compites por follarte a güeros y nativos con las chicas de veinte, y pierdes el control de tu coño.
Te come la envidia hacia los jóvenes, putilla de antro.
Mala combinación: vanidad y envidia.
Sola te quedas demasiadas veces, porque tus palabras son mentiras que no cuajan en los hombres serenos. Son solo para ebrios.
Sola te quedas con tus tetas bien apretadas en el brasier y una minifalda que cubre un coño torpe; esperando en la mesa de la oficina la hora de la comida, el momento en que te la metan para decirte lo hermosa que eres.
Putilla de antro de baile fácil, de vanas palabras románticas y sexo mediocre, tienes que follarte a uno y a otro para que te digan que eres reina y divina.
Y no cobras nada... Pobre putilla sin cerebro...
Con tu mirada ovejuna, piensas en seducir, pero todos esperan tu mamada en el asiento de atrás del carro con tu apestoso aliento a vodka y las tetas rebosando por el escote; tal vez en el motel si hay suerte y dinero. Te tragas el semen y te limpias los labios con tu mirada de cordero degollado pensando que eres seductora.
Putilla que confunde ya el antro con el trabajo y en pleno día, en  la oficina, te disfrazas de conejito de playboy para poner cachondos a los machos que te rodean.
Es sórdido y vacuo lo que te rodea, por eso necesitas el antro oscuro y ruidoso, donde confundir a los borrachos y que te digan hermosa y divina.
Putilla de antro licenciada para nada, un fracaso tras otro y te crees deidad. En el mundo de los borrachos de antro, todas las zorras lo son.
Abres tu coño a los que dicen reconocer tu divinidad y acabas sola como puta tirada en la calle del cliente, que espera un taxi con su coño apestando a semen y orina.
Pobre putilla de antro, metida en un círculo vicioso del que solo saldrás con las tetas más caídas y una menopausia indigna. O tal vez tengas suerte y le hagas una buena mamada a un rico borracho que te ponga una casita y algo de dinero.
Y es que quien te ve, te reconoce.
Das pena putilla de antro, porque en el fondo, buscas quien te ame; pero tu coño tonto y fértil y tu vanidad te traicionan. No hay suficiente inteligencia entre tus apretadas chichis para comprender que tus mamadas solo gustan a borrachos y deficientes.
Mas no estás sola, putilla, en el mundo sois muchas y dejáis una buena descendencia para que no se pierda esa vanidad a través de las generaciones.
La vida se abre paso entre campos de basura y mediocridad.









Iconoclasta

17 de septiembre de 2014

Relaciones sexuales internacionales


Hay provincianos y provincianas tercermundistas que con servilismo de retardados mentales, sienten admiración por la carne estadounidense, sueca, alemana, inglesa o italiana.
Y entonces deciden llevarse a la boca, el culo o el coño esa carne para salir del negro abismo del agobio que llena sus tristes y grises vidas.
Piensan con ese poco cerebro que alguien les ha heredado, que esa polla o coño que van a saborear sabe a mermelada. Al final, acaban bebiéndose y oliendo la misma orina que han mamado de los genitales de sus paisanos. Eso sí, son lácteos de otra región, un poco de exotismo ganan, aunque dure una mierda.
La verdadera razón de que los idiotas se deslumbren ante seres de razas "superiores" y se los follen o les hagan una buena comida de bajos, es para curar su baja autoestima y sus complejos de cargar con un cerebro poco eficaz. Y pretender ocultar a un forastero esa vulgaridad que reina en  sus vidas. Creen que el extranjero no es un subnormal como ellos, pero quien tiene un poco de cerebro, no cree en razas superiores ni en hombres o mujeres que sean mejores que él mismo, aunque vengan de otro puto planeta.
Como si follarse a uno del norte, los hiciera del norte.
El servilismo, la ignorancia, y un retraso mental es caldo de cultivo para una prostitución fácil o barata. Por mucho que la quieran disfrazar de ligue o de conquista.
Otra cosa son las putas y los chaperos, que no tienen complejos, solo van a por dinero, sin pensar que se la están comiendo a Odín o a una walkiria. Son un poco más inteligentes que los y las idiotas que se ponen cachondos/as con carnes eslavas, arias o sajonas.
No jodas... Yo no le como el coño ni a una princesa si no me parece algo interesante, y se lo voy a comer a una rubia gilipollas  por ser simplemente de una región del norte.
La dignidad no es algo que se pueda debatir o negociar. O hay dignidad, o se trata de un  perro o una perra metiendo el hocico en el culo de otro perro o perra.
¿Razas superiores? No...
Solo hay retrasados mentales en todas las regiones del planeta.
La misma mierda de siempre, nada nuevo bajo el sol.
Vamos que lo que se aplica al fútbol internacional, se aplica al sexo internacional entre idiotas.
No es malo follar con carne eslava (por ejemplo), lo malo es ser tan idiota de creerse que es especial...
Las orientales son otra cosa, que conste. No es que las admire, que yo soy muy digno; pero es que no son italianas, alemanas, inglesas, suecas o estadounidenses. Son más espirituales.
¡Ja! Me parto...







Iconoclasta

8 de septiembre de 2014

Exceso de comunicación


No es verdad que haya un exceso de información por parte de los medios audiovisuales y de gestión del poder. Y si lo hubiera, según los diletantes que lo discuten, no es siginificativo. Al 99 % de la población, la información le entra por una oreja y le sale por la otra sin haber sintetizado nada de ella.
El problema es el exceso de comunicación, poca madurez intelectual, poco cerebro y demasiados canales.
Demasiados medios para la comunicación banal e inmadura.
Todo lo que se traduce de la palabra electrónica al pensamiento se transforma en una versión de ellos mismos completamente distinta de si esas palabras son manuscritas o manifestadas en una conversación frente a frente donde no escapen los matices de miradas y ademanes.
Porque para escribir es necesaria la reflexión y la habilidad. Para hablar es necesaria una integridad y eficacia mental. Y ambas cosas escasean como el agua en el desierto.
El problema de la comunicación banal se agrava cuando se realiza entre más de dos personas al tiempo. Habitualmente, gracias a los teléfonos con conexión a internet, las conversaciones suelen realizarse entre más de seis o siete especímenes. Son malas conversaciones, un esnobismo por usar un aparato electrónico sin la suficiente educación o cultura. Pero sobre todo, sin la suficiente capacidad intelectual.
Seamos sinceros, la gran parte de la humanidad escribe mal o con dificultad y es incapaz de entender y asimilar lo que lee. Tienen en sus manos un instrumento que ofrece más posibilidades de lo que su intelecto puede asimilar.
La comunicación banal y sin fundamento, es una epidemia que hace de los comunicadores la caricatura de unos amantes, de una amistad o de una cultura inexistente.
Las parrafadas a través de los medios sociales y baratos como la mensajería instantánea, son un mero ejercicio de vanidades infundadas, donde se buscan los elogios y afectos entre imágenes irreales y prefabricadas de esos individuos (que la individualidad no conocen), porque son como cabezas de ganado que necesitan rozarse las grupas continuamente los unos a los otros para no sentirse abandonados.
Las capacidades intelectuales y la madurez mental de tantos millones de seres, no está preparada para mentir (consciente o inconscientemente) en tantos canales. Se confunden, toman mentiras por verdades y crean su propia realidad a su medida, porque piensan que entre ellos hay miradas sinceras.
Y no las hay, no hay miradas. Solo son intentos de pobres cerebros para lucirse a cualquier precio y demostrar que no son lo que ellos se reconocen en el fondo. Intentando ocultar con eternas sonrisas y mensajes de amor y lamentos de soledad sus decepciones. Crean protagonismos que calman una vanidad de decepcionado.
Cuando llega el momento (rara vez ocurre porque el valor y la determinación no es cosa de cobardía) en el que esa mediocridad disfrazada de literatura barata, de vanidad que pretende ser belleza y divinidad espiritual se encuentran; asisten con vergüenza a sus propias limitaciones y la realidad pone de manifiesto con un golpe de mazo en la mesa que son tan vulgares como lo que día a día respiran.
Incapaces de entender lo que ha pasado se convierten en mártires de un dolor que no existe. Porque la decepción de darse cuenta que no se es un ser especial, no es un dolor. Es vergüenza.
No, el problema no es la información, el problema son las mentiras y las falsas imágenes que la peña crea de sí misma para intentar destacar.
La realidad se impone, afortunadamente en la cotidianidad y quien no sirve, no trabaja, no folla, no mama...
Toda esa banalidad comunicativa nace de la cobardía. Se ha degenerado tanto la especie humana desde que los leones dejaron de comer hombres, mujeres y niños, que la cobardía se ha hecho genética en la humanidad.
Los cobardes se amargan y lloran si están solos más de cinco minutos.
Y por ello, si hay que engañarse y engañar, cualquier medio vale para no estar solos y demostrar que se es lo más querido y admirado de todos los mediocres que figuran a su alrededor.
Los niños miran con atención las videomentiras de yutup y cosas semejantes que sus padres llevan al hogar como muestra de cultura y entretenimiento. Y lamentablemente creen estar viendo cosas reales, que solo dan risa a los tontos.
La cobardía y la ignorancia crean religiones y otros mitos. El exceso de comunicación disfraza la miseria y el analfabetismo en excelencias y seres especiales que no tienen fundamento en la vida cotidiana, para combatir así el miedo a la soledad que es el único y verdadero estigma con el que nacen los bebés en el planeta Tierra.
Porque de otros planetas, no conozco nada.
Hay tantas reses de ganado, que las religiones, el fútbol y la televisión de masas no bastan para mantener a la peña contenta con su mísera existencia, han tenido que crear un medio para que se mientan a sí mismos. Y es bueno que ocurra, que haya una marcada distinción entre la chusma y la élite.
Otro problema iresoluble es que todos se creen élite.
Smartphones, tabletas, ordenadores... Margaritas a los cerdos.
El mejor medio de comunicación, mi único canal, es una voluta de humo de tabaco que se deshilacha caprichosamente en un contraluz.
El tabaco... Mi eterno e infalible compañero.









Iconoclasta