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3 de febrero de 2024

lp--Simas y lagunas--ic


Hay quien tiene lagunas mentales.

No es por alardear; pero yo desciendo y habito con frecuencia en simas tan profundas de mi miseria que cuando emerjo fuera de mí, no puedo dejar de sentir la repugnante viscosidad de mi intestino. Y en el rincón más penumbroso de mi caverna me froto paranoicamente las manos una y otra vez en los muslos desnudos para limpiarlas.

Luego me pregunto qué habrá pasado durante mi ausencia. Tras encender el cigarro y toser con una risa torcida como el cuello de un ahorcado, me respondo: ¿Y qué cojones quieres que pase? Esto ya estaba muerto y detenido antes de bucear en tu mierda.

Y escupo el filtro del cigarrillo. Si no fumara me habría cortado la lengua hace años.

Muchos.

Es esta ira que me lleva a apretar los dientes hasta romperlos, mejor que sea el filtro que alguna parte de mí lo que partan.

No sé porque habito en mis abismos, ni es terapéutico, ni los perros mean a dos patas como yo.

Simplemente hago lo que puedo.

Un día esta acidez gangrenará mis tripas.

Algo no hicieron bien cuando me concibieron. Tal vez les dio la tos y se salió en el momento más lácteo.

No sé...

Yo no quiero que el mundo se detenga, eso ya lo sé hacer y lo hago perfecto.

Quiero que el mundo se hunda, se doble sobre sí mismo y se convierta en una enana blanca que, emitirá al cosmos millones de mezquinos convertidos en fotones de efímero y tísico brillo. Aunque yo los veo más como esa materia oscura que dicen los religiosos de la cuántica que hay en el espacio.

También quiero que a mi hijo le vaya mejor que a mí; esta es toda la piedad que soy capaz de desarrollar. Yo tuve mejor padre que él; pero no puedo hacer nada al respecto.

Me limito, en mis ratos de ocio, a descender es puro vicio de mortificación.

Aunque eso me salva de pudrirme ahí fuera.

Y como ocurre tan fácil, tan habitual; hay momentos que no puedo distinguir si navego en la mierda de mis intestinos o estoy ahí fuera, en el mundo mezquino. 

Hay quien no entiende a los francotiradores... Como si fuera difícil, como si fuera el misterio de dios, su hijo lelo y su espíritu sucio como una paloma de ciudad comida por las pulgas.

Las trinidades suelen ser sucias, siempre usan la misma argamasa: vanidad y mezquindad para hacer altos y espesos muros de codicia, ambición y envidia. O, ignorancia, miedo y servilismo. O, adoración, humillación y sacrificio. O, hambre, sed y muerte. Toda la mierda de este mundo civilizado va de tres en tres, mínimo.

Yo no tengo trinidades de mierda, no soy una piojosa civilización.

He visto un bulto en el intestino y no me sorprende.

Tal vez esperaré aquí a que se haga grande y se extienda como los tentáculos de uno de esos pulpos que son la hostia puta de inteligentes por sus cantidades de cerebro (nos dicen los profesores y biólogos del estado para que comprendamos que un pulpo es más valioso que nosotros). Y no acudiré a morir a un hospital, sólo curan bien a los ricos, a los pobres les mueven el bulto a otro lugar y cierran rápidamente; incluso escatiman en anestesia para que te jodas. A veces el cáncer se lo meten al paciente por la nariz si el cirujano tiene prisa; pero no es efectivo, el bulto se muere sin un cerebro al que aferrarse y al paciente le darán el alta igual de vacío que como entró en quirófano.

Los mezquinos no son pulpos, ni yo los comería.

No sé porque cojones me he limpiado las manos si me he caído otra vez dentro de mí...

No estaré mucho ahí, me gusta fumar con o sin filtro, me la pela.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

 

20 de junio de 2016

Blasfemia en Sagrado



Piso la tierra y las ruinas que antes fueron sagradas, fumo y sudo entre centenarios muros. Y solo pienso en ti.
No tengo nostalgia ni respeto alguno por la historia, porque la historia es una sucesión de errores.
Yo soy la verdad y la hombría.
En mí no hay admiración por las piedras mal colocadas, solo hay una burla hacia tiempos de esclavitud moral .
De ser esclavos a cambio de un paraíso inexistente.
Porque solo concibo el paraíso entre tus piernas. Cargado de vida, de semen, de saliva goteando sobre ti.
Follarte entre los muros de sagrado. Quisiera tener el suficiente poder para comprar esa ruindad, toda esa miseria que huele a muerte, ignorancia y engaño.
Follarte en el altar roto de una ermita donde cagan los animales del bosque.
Encadenarte de cara al secular muro y metértela por detrás, ante los espíritus santos, ante las mentiras proclamadas miles de veces.
Que los muertos giren sus rostros sin ojos ante la vergüenza de mi polla reventando tu coño.
Seremos blasfemia ante los ojos de vivos y muertos, temerán y proclamarán mi castigo, nuestra condena; pero solo verán mi semen deslizándose por tus divinos muslos.
Y lameré el rastro que he dejado en ti susurrándote: "Perdóname mi puta, porque he pecado".
Fumo y observo rincones santos donde meter mis dedos bajo tu vestido e invadir tu coño, castigarte con placer ante los mentiras sagradas a las que somos inmunes.
Quisiera ser un cristo recién nacido chupando tus pezones hasta hacerte desesperar en el altar roto, donde las hostias se comían con hambre y con estupidez.
Donde se mantenía una pegajosa oblea en la boca pensando que ganaban un lugar en un paraíso.
No pienso en los muertos, en las gentes que un día asistieron con devoción lerda a una misa.
Pienso en el espacio duro, salvaje que es ahora; pienso en joderte donde los que ahora están muertos, propagaron la cobardía y prostituyeron su libertad y espacio a la falacia y la ambición.
Y todo para obtener más esclavitud.
Separaré tus piernas ante donde un día hubo una cruz y lamiendo tu coño, le diré a los que dejaron de existir que tu vagina goteante es el único cielo y que requiere vida y fuerza para acceder a él.
Requiere cojones y no oraciones.
Amarte y follarte no puede esperar a pasar a otra vida.
Te joderé en esta tierra entre estos muros. Aunque teman un castigo divino para mí.
El fluido de nuestra cópula regará el suelo y los cadáveres que un día creyeron en fantasías pueriles.
Quiero que me acusen de blasfemia con mi rabo duro en tu boca.
¿Has visto lo que es amarte?
Me haces salvaje e impío.
No hay nada en el planeta por lo que sienta más admiración que por tu piel y tu mente.
No hay nada que me inspire tanto fervor como besar tus cuatros labios.
Aquí lo afirmo, ante sagradas ruinas, ante una tierra donde unos creyeron en santos y pecadores.
Donde jamás nadie hubiera pensado que sería nuestro burdel del deseo más brutal y desinhibido.
Tú me absuelves y yo te la meto.
Pecadores, gozosos y carnales pecadores...
No hay pecado, solo tu carne, el auténtico paraíso.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta. Ermita de Sant Bartomeu, Ripoll.



31 de mayo de 2016

El final de todo



El lejano sonido de los truenos me conmociona, sacude profundamente mi ánimo.
Es el anuncio de la tragedia definitiva. La última.
Y a cada minuto retumban más cercanos.
Es liberación y miedo. Heroína chutada en una vena podrida.
No hay lluvia aún; pero los truenos anuncian, braman.
Gritan cosas de desolación y traen los gritos del dolor y el terror futuros. Próximos como el fin del cigarrillo que se consume entre mis dedos.
Es por algo, las cosas no ocurren por casualidad, las cosas importantes.
No estoy loco.
Mi cordura la avalan años y experiencias y sé muy bien cuando hay amenaza.
Me lo dicen los pelos del antebrazo al erizarse.
Soy yo mismo lo que me preocupa. En lugar de refugiarme, espero con el corazón palpitante que los truenos lleguen con sus rayos arrasando y exterminando.
No busco salvación, quiero estar presente en la destrucción, al precio que sea.
He esperado toda una vida que ocurriera algo extraordinario. Ahora ya sé que estaba equivocado, debía esperar pacientemente a estar muy cerca de la muerte. Porque la ilusión, la esperanza de que ocurra algo portentoso, es mayor que el miedo, la vida me ha preparado, me ha forjado con valentía para la hora de morir.
Primero tuve que aprender que el universo es un conjunto de monotonías invariables. Tuve que sentirme ajeno, sentir aborrecimiento en el alma y en la piel.
Hay extrañas frecuencias en el sonido que rompe contra las cosas y los seres: son los rugidos del final.
Aprendes cuando lo has oído y visto todo y solo queda por sentir lo verdaderamente trascendente.
Aprendí por eliminación.
Estoy sentado en un banco con la mirada fija en las montañas que resaltan con un verde oscuro contra el gris plomo del cielo.
No puede tardar...
Las gotas tienen el sabor a óxido de la sangre.
Las que gotean de mi frente por una vena que ha reventado, la sangre se desliza por mi nariz, se mete en las comisuras de la boca y me provoca cierta ferocidad ese sabor.
No es como yo imaginaba. Cuanto más se acercan los estruendos del cielo, mi pensamiento adquiere una profundidad y claridad que había esperado desde el momento en que nací. Puedo ver las moléculas del aire y los huesos a través de los poros de la piel de los seres humanos.  Puedo sentir los latidos de todos los corazones.
La piel de mis manos se agrieta y deja paso a un tejido oscuro y  áspero.
Y no hay dolor, es todo lo contrario, euforia.
He sido larva e incubadora de mí mismo, alimentándome de la miseria, envidia, cobardía y mentira.
Cada día, todos los días.
Hoy se rompe la monotonía.
Han de morir, han de caer bajo el peso de su propia podredumbre.
Sucumbirán sin importar nada, con la misma banalidad con la que vivieron.
Soy el tumor incrustado en las redes empáticas de la humanidad y en su naturaleza.
La lluvia es ácida y deshace la piel humana que me cubre. Soy de cuero grueso cubierto de vellos largos e hirsutos.
Mis piernas, mis antes cansadas piernas, se han convertido en dos patas de pezuñas hendidas.
Las uñas han crecido reventando las humanas.
No puedo ver mi rostro, pero hay dientes en el suelo y colmillos donde antes no los sentía.
No sé cuanto  tiempo lleva observándome fascinada; pero la mujer tiene  el cabello mojado y no presta atención a los cadáveres de ropas de todos los colores que arrastra el río.
La lluvia quema su piel y no parece sentir dolor.
He crecido más de medio metro y provoco sordos golpes sobre el suelo al caminar.
Llevo la mano a su pecho y rasgo la camiseta y sus pezones con mis uñas. Es como si sus pechos estuvieran plenos de sangre para amamantar a mi hijo.
El dolor de mi caricia cruenta entrecierra sus ojos con placer.
La vida tiene una extraña y maravillosa forma y color, como en los sueños.
Me da la espalda para apoyar sus manos contra un muro con las piernas separadas. Le arranco la falda y las bragas. Se la meto, la elevo clavada a mí y gime con los pies en el aire.
La sangre de su coño se desliza por sus muslos hasta gotear por los dedos de los pies. El ácido que llueve la convierte en vapor.
Mi lengua es larga, tanto como para enroscarse en sus pezones heridos  desde su espalda, mientras se corre.
El semen negro como mi piel gotea de mi miembro ensangrentado. Ella se debate en el suelo sujetando su coño con fuerza, con espasmos.
El bebé negro de pezuñas hendidas ha rasgado con brutalidad la vagina y ahora mama de sus pechos.
Y crece, crece mientras muerde los pezones y el cuerpo de la mujer se agita como si estuviera vivo por el la voracidad que mi hijo la muerde y mastica. Somos los nuevos pobladores del planeta.
Somos justicia.
El bebé ha sorbido su última gota de sangre, el cadáver de mamá se deshace lentamente con la lluvia exterminadora.
Ha crecido y se ha puesto en pie, pisando el rostro sanguinolento de mamá.
Toma mi mano y caminamos bajo la lluvia, los humanos han dejado de gritar y todo es paz mientras los restos humanos se deshacen.
Se convierten en gelatina roja.
Los truenos han cesado.
Ya sé quien soy. No tengo que ir a ninguna parte.
He llegado.
Los patos nadan indolentes en el río, picoteando los cadáveres. Como si nada hubiera ocurrido.
Y ahora todo está bien.
No tiene sentido nuestra existencia, pero tampoco la tenía la humana.
Son cosas que pasan, seres que aniquilan a otros seres.
Somos azares, moléculas, cánceres y víctimas.
Nada nuevo bajo el sol, cuando aparezca...
Mi hijo toma la cabeza decapitada de un bebé y la sacude como si hubiera algo dentro.
-No hay nada ahí dentro, nunca lo hubo -le instruyo.
Me sonríe. Y yo, por primera vez en años; también.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

16 de febrero de 2016

MDLM (no es cifra romana)


Familia tipo endogámica, preciosos todos. Y tan tierno...
Tantas madres, tantos padres...

He caminado, he observado y he juzgado: en cualquier parte del mundo la mezquindad es la moneda de cambio común.
Esto tiene una explicación: los primeros monos que fueron cobardes y dados a la holganza, sobrevivieron a base de comerse los frutos de la tierra, en definitiva, cagaban donde comían. Son los más.
Los cazadores, los que no tenían miedo a la sangre, al cansancio, a la noche o al frío, murieron pronto. Sin que les importara una mierda dejar herencia a sus descendientes.
Estos últimos son una élite cada vez más arrinconada por la mezquindad y el baboseo.
Conociendo al ser humano, desentrañar sus orígenes y porqué ha alcanzado tan altas cotas de podredumbre y mediocridad estadísticamente hablando, es tan fácil como contar los lados de un triángulo.
Esto explica ampliamente su profundo y atávico temor a la soledad: verse solos y sin que nadie les limpie los bajos cuando se meen y caguen encima de viejos. Y por eso existe el matrimonio, una mala aspirina para combatir una grave enfermedad. Ese miedo servil e interesado que empareja con mercantilismo a una pareja macho-hembra, hembra-hembra o macho-macho.
Otra cosa que se aprende, es que en cualquier región del mundo, cualquiera sin excepción; con cualquiera que hables estarás ante una especie de profesional del bon vivant: la/el que mejor folla y cocina.
Todo el mundo tiene madera de chef y de actriz o actor porno.
Lo lamentable, es que he tenido que bostezar tantas veces de aburrimiento sexual y escupir las delicatessen que preparan en la cocina esos genios culinarios, que he llegado a la conclusión, de que aparte de mezquindad, hay una pasión por la mentira que va más allá de la ética para convertirse en paranoia o una enfermedad mental.
Las autocalificaciones solo dan orgullo y consuelo al que se califica. Ningún idiota ve su propio tumor en su cerebro.
Hay ovejas que balan absolutamente desesperadas de aburrimiento con el pastor machote embistiendo entre sus cuartos traseros.
El camino está lleno de restos de lasañas y otras cosas que se han escupido con disimulo.
Ante tanto mdlm (más de lo mismo), piensas en la poca actividad bélica y la escasa densidad demográfica de asesinos en serie.
Esto hace siglos que se fue de las manos. La dignidad está en un serio peligro de extinción.
Porque si hay una constante universal inviolable y sin excepciones es que los idiotas se reproducen veloces como las ratas.
Y les quitan aire a los pocos cazadores que quedan.
Sinceramente, no me importaría comer carne humana con una buena garantía sanitaria (yo no como cualquier porquería). Un bebé humano de tres meses (insisto, debidamente certificado por un veterinario colegiado), horneado con patatitas, seguro que sería tan delicioso como un cordero lechal.
Si alguien garantizara el buen estado de la carne y la correcta alimentación del bicho. Un plato exquisito. Insisto tanto en ello, porque el humano es un animal que traga mucha mierda.
Y por otro lado, comemos cerdo habitualmente. ¿Qué más da que sea de cuatro o de dos patas?
Viajar no enriquece, solo aburre y prueba lo que mi privilegiado cerebro ya sabía desde que era pequeñito y miraba la baraja de naipes de mujeres desnudas que mi papá guardaba en un cajón del escritorio. Vaya donde vayas: mdlm.
Todos esas montas entre padres e hijas, madres e hijos, hermanas y hermanos, primos y primas, etc... Han tenido un precio muy caro: una endogamia paleontológica.
La endogamia es un reservorio de la mezquindad.
La diversidad genética, como hemos visto hoy, pequeños míos; es una necesidad, de lo contrario: MDLM.
Y por fin, si nos movemos fuera del ámbito de la mezquindad y la vulgaridad y accedemos a la justicia, concluiremos que hay muchísimas crueldades y masacres justificadas.
Muchísimas.
Y aún así, tristemente, insuficientes.
MDLM, así en China como en Marruecos.


Iconoclasta