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Mostrando entradas con la etiqueta Amor cabrón. Mostrar todas las entradas
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11 de marzo de 2024

lp--Cositas de gran densidad--ic


Monstruosidades en miniatura son los besos y palabras que minan a través de los intersticios moleculares de los tejidos anímicos los diques de contención, consiguiendo desbordar las emociones.

Pequeñas son las lunas de plata que se deshacen como mercurio tras emerger por los lagrimales, derramando el veneno del amor en los labios durante la íntima noche de los recuerdos amontonados. Lanzándonos al mundo sin espacios, esperas y límites que nos convierten en materia onírica prácticamente perfectos, sin ansiedades, donde todo es. Ajenos a nosotros mismos.

Primorosas las palabras que tan rápidas se leen y, como cargas de profundidad, explosionan en el corazón acelerándolo a cien por hora sin pensar en la posibilidad de que se rompa.

Como muñequitos irrompibles porque no tienen huesos...

Mágico el papel de las cartas nunca enviadas que crujen como tristes fracasos entre los dedos: el amor escarificado con la presión del anhelo, tatuadas las mortificaciones con la tinta de la pasión.

Áspero como el semen seco en mi vientre.

Alegres las oraciones que se dirigen al alma y su cuerpo tan palpable y lejano en las probabilidades. Y sin embargo, como un aire fresco cierra los ojos como si hubiera paz y la vida te acariciara.

Acogedora soledad que cerca la intimidad necesaria para que lo llene todo de ella que la amo.

Una perinola en miniatura en el bolsillo para hacer girar el mundo, cuando de tan quieto parece muerto. Para fascinarme con un equilibrio que sólo ella posee y con vanidad gira y gira y gira... Y luego, asistir a su tristeza al verse abatida con un agónico y último roce contra la superficie.

Y pienso que descanse en paz, aunque podría hacerla girar y que de nuevo vibre de alegría. No soy Jesucristo, no tengo un interés especial en la dicha de las cosas sean orgánicas o no. Cuando me apetezca.

La ambición, ya saciada, es un juguete que adorna la estantería de los recuerdos y las certezas de amar y ser amor.

Unos pequeños dados en el bolsillo, la aleatoriedad de la vida y la muerte. Y apuesto a un doble seis de amor mis últimos cinco minutos de oxígeno en el espacio, esperando sus labios salvadores.

He buceado en su mundo líquido durante horas sin necesidad de respirar. O tal vez, he respirado su agua; pero estaba pendiente de su existencia y no de la mía. Qué pequeñitas subían las burbujas hacia la superficie, contentas de haber hecho su trabajo y llevarse el aire de los pulmones y así, llenármelos de amor líquido extra fuerte.

Soy la toma un trillón y... ¡Acción!

Una orden innecesaria para amar sin horizontes, infinitamente. Donde la entropía me lleve. Soy un neutrino atravesando la coraza subatómica del cuántico amor.

El microbio ganador asaltando el palacio de tu principio creador de carne y sueños.

De fluidos y gemidos.

De ropas rasgadas sin ultrajes mediante.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


14 de febrero de 2024

lp--No hay nada peor…--ic

No hay nada peor que su ausencia en los momentos más bellos y emotivos, cuando todo está bien.

No hay angustia mayor que asistir a un movimiento planetario y no cerrar mi mano en la suya, con aquella inocencia infantil que sin el conocimiento, convertíamos el anochecer en actos cosmogónicos.

Ahora somos simplemente cósmicos, flotamos en el universo como accidente. No hay heroicidad o magia alguna. Ni la necesito.

No quiero ser épico, solo arrastrar mis labios sedientos por su piel sin ninguna elegancia.

Y es dos veces bueno flotar con ella sin más misticismo que su franca mirada intimidándome.

Soy una esencia elemental reaccionando a su sensualidad electrizante, no es difícil imaginar que es ella quien crea las auroras boreales aunque se encuentre en el ecuador mismo de la Tierra. Y yo soy el resultado: los mantos de colores extendiéndose en el cielo mortuorio.

Ella me disgrega.

Me atomiza el alma y soy su aura oscura y ardiente.

No hay angustia mayor que el dolor de mi rabo duro y que no sea su mano la que calme el palpitar de las venas que lo recorren.

La busco en la belleza y la armonía, en la serenidad y la musicalidad silenciosa de una cucharilla haciendo girar el café al empezar el día.

La busco para metérsela sin piedad.

No quisiera que estuviera conmigo en las malas situaciones, no quiero ni puedo ser causa de aflicción en quien amo.

No le veo la gracia a eso de: “en la riqueza y en la pobreza, la salud y la enfermedad, la dicha y la tristeza”.

Las tristezas, dolores y desgracias se deben gestionar en soledad y demostrar fortaleza. Cuando digas que todo está bien, debes ser convincente.

El amor no es un asilo, un refugio o una enfermería.

No debe ser necesidad, sino hedonismo.

El amor no busca salvar el mundo, sólo tenernos a nosotros.

Las malas cosas son la mala hierba que parasita y pudre el amor.

Hay que mantener la basura lejos.

Y hallarnos juntos ante la bellas enormidades lloviéndonos en el alma y la piel.

Esto no es una declaración de intenciones, sino de convicciones.

Y sí lo es de amor, cielo.



Iconoclasta


8 de enero de 2024

lp--Un elogio a la ternura--ic

 


El viento ululaba poderoso y tenebroso entre las ramas desnudas y las frondosas perennes. Entre los retorcidos arbustos y las alegrías del viajero que, como arañas de algodón se ofrecen como alimento a la esperanza en los márgenes del camino.

De repente, una ráfaga de aire hacía del ulular un bramido de algo que cae y aplasta; tan fuerte que me hacía perder el equilibrio. El aire colisionaba tan rápido contra mi rostro, que no podía respirarlo, se me escapaba...

El caos me disolvía como una escultura de arena, creía diluirme arrastrado en partículas infinitesimales.

Y miré al sol, pidiéndole el calor que el viento me robaba: ¡Vamos hombre, no puede hacer daño un rayo de calor!

De repente la epifanía... Era ella y sus labios cálidos confortando los míos quebrados en un acto de indisimulada urgencia.

Apartó el viento de mis oídos para susurrarme cosas incomprensibles, secretos que me hacían vibrar el alma. Yo inclinaba el oído hacia su boca con un placer de ojos entrecerrados al hacerme cosquillas, tiernos escalofríos con sus labios percutiendo pegados a mi piel.

Siempre habla graciosa y rápida transmitiendo poderosamente la certeza y la paz de que todo está bien. Sus ojos esplenden rayos de amor como dos estrellas.

Algunas ramas descendían hacia mí porque el viento, absurdamente, soplaba demente del cielo a la tierra. Y me quité un guante para sentir sus dedos entre los míos.

Mi pierna-árbol de resquebrajada corteza rompió las raíces que la anclaban angustiosa y vergonzosamente a la tierra cuando ella alegremente tiró de mí.

No recuerdo cómo volé y por dónde de su mano, cuánto tiempo pasó hasta que me encontré frente al portal de casa.

Todo era ella en el mundo.

Recuerdo un último beso veloz como sus palabras de amor.

Mantengo el sabor y la calidez de sus labios aún en los míos como una prueba forense de su existencia.

Me sonreía con el cabello deliciosamente revuelto, montando una ola de viento hacia su mundo. Yo sólo acerté a decir: ¡Adiós, amor!

Como un apóstol, escribí lentamente su epifanía.

Para que la demencia no la olvidara.

Un testamento a nadie.

Un evangelio apócrifo en el que me refugio cuando tanto la extraño perdido entre el viento rugiente.

Releyendo o reviviendo lo imposible que ocurrió, mis dedos se mueven inquietos entrelazándose en los suyos.

Y durante un instante inconmensurable, la realidad se fractura y un viejo niño vuelve a sonreír con la mágica tristeza de un viento cálido escapándose entre sus dedos con el rostro aún iluminado por tres soles.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

5 de enero de 2024

lp--Los amores fallidos--ic


Los hay que tienen un grave conflicto con el amor y sus imposibilidades.

Ocurre cuando existe el amor real y las posibilidades se escriben con el humo de un cigarrillo en día de viento.

Existen infinidad de formas para explicar y llorar las tragedias del amor; pero sólo son efectivas las crudas y precisas, sin eufemismos y circunloquios.

No existe forma alguna de conciliar el amor con la distancia y el tiempo cuando están desincronizados.

O arrancan juntos los dos latidos de los amantes o están condenados.

A la amistad, la fraternidad y el amor filial no sólo no les afecta la distancia y el tiempo; incluso con distancia y tiempo mejoran, se enaltecen. No son emociones carnales donde el sexo sella la unión del deseo y la ternura.

No te follas a los hijos para consagrar tu amor.

El amor de hombre y mujer es espíritu y carne. Y deben sincronizarse en el tiempo y las distancias: si estás en la vejez, debes ser consecuente, como si estuvieras a diez millones de años luz de distancia, en un planeta que explotó.

Si falla la espiritualidad, la carne sabe insípida y piensas en el precio cuando pagas.

Y si falta la carne, te quedas sólo con el cinco por ciento del total del espíritu. Que nadie piense que lo espiritual es vital, somos casi cien por cien animales, todo nuestro peso es carne; el espíritu es un pequeño porcentaje, ocupa un espacio mínimo entre los huesos, la carne y la piel.

Mientras intentas cuadrar ese amor por una vana y rebuscada esperanza imposible de materializar, las carnes se marchitan y los espíritus se desecan.

Es necesaria la madurez para reconocer la imposibilidad y acabar con el tormento que no conduce más que a la tristeza y desesperación.

Lo que ha de morir, debe morir.

Que el amor muera lenta e indoloramente, dependerá de cuánto deseo y tristeza has derrochado en cuadrar lo imposible. Aquel deseo y afán no satisfecho, al cabo del tiempo se convierte en un alivio al verlo muerto. Es una carga que te arrancas de los hombros y te lastraba en la tierra ardiente y doliente.

Es importante que a los amores que nacen muertos, a pesar de reconocerlo, darles un tiempo de expansión e ilusión para que se desengañen por sí mismos. Así evitas que espíritu y carne se desgarren con ese dolor de pesadilla que tanto tememos; el espíritu y la carne se acomodan a sus propios fracasos si les das tiempo.

Se debe hacer espacio, liberar ese cadáver de amor para otras posibilidades, el mundo no está lleno de amor; pero la soledad tampoco abunda, es una costosa gema.

Que cada cual haga lo que deba.

O lo que pueda.

Es fácil concluir que si llevas décadas viviendo en soledad, puedes morir solo sin ningún problema, puede que incluso tu muerte anónima sea grata.

Morir no requiere de explicaciones a nadie.

Tal vez caigas, ante la proximidad de la muerte, en la tentación de a quien amaste un día pedirle perdón por tu imposibilidad y torpeza; pero no sería bueno; pudiera estar viviendo un nuevo amor. Las palabras surgidas del pasado estropean y enturbian el presente. No necesitas humillarte y disgustar a nadie por un romanticismo que no existe más que para el egoísmo de darte importancia en el morir.

No importa cuán numerosos sean los amores fallidos, recuerda que consuelo de muchos es consuelo de tontos.

Ten clase, elegancia, llora lo que debas después de haber cumplido con tu deber.

Piensa en el soldadito de plomo y su bailarina: en la versión para adultos no quedó nada de ellos tras deshacerse en el fuego de la chimenea.

Cuando éramos pequeños la gente sabia nos preparaba para lo temible...

Y cambiaron a los sabios por idiotas y ahora engañan a los niños.

A lo mejor no fueron fallidos los amores.

Tal vez no es la palabra correcta o piadosa; pero qué más da el nombre del cadáver.



Iconoclasta

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1 de diciembre de 2023

lp--La Luna con corona--ic


La Luna y su corona, un halo multicolor que la convierte en un sol frío, en un ojo abierto en la oscuridad del cielo.

Un búho cósmico ha abierto un párpado...

Vale la pena alzar la mirada al cielo nocturno y observar a la voluble Luna.

Es tan fascinante que obliga a observarse uno mismo presa de las aleatoriedades de la vida y las cosas malas que ofrece a los que no nacimos en el tiempo y lugar correctos. Y caes en la cuenta de la inmensa oscuridad que eres. Que no luces, no brillas, no hay nada que te corone.

No fascinas.

Sólo te matan.

Y es inevitable pensar en ti como la luz a la que me aferro en mi negritud.

Otra vez...

Eres mi Luna. Ojalá fuera yo la corona que te rodeara, ser tu halo es una de esas imposibilidades que me preocupan: no rodearte entera y hacer de ti una perla en mi núcleo de apagados colores.

Te pienso sostenidamente, perdido en ti; y en lugar de fría y lejana, la Luna se hace cálida como las caricias de los amantes desfallecidos.

Hoy la Luna luce con corona, es su majestad de las noches frías.

El centro de oro en una gélida aurora boreal que la envuelve.


Y alzamos la mirada a la majestad, preguntándonos si conoce nuestra existencia.

Es tan deseable como letal.

Una corona lunar... Podría ser que la Luna se siente alegre o tal vez furiosa, no sé... Depende de la tristeza de mis días.

No sé qué pensar, me pierdo en mí mismo.

Concluyo que a la Luna no le queda bien la corona. Está muy guapa desnuda y blanca. La corona la vulgariza.

No es habitual que luzca como un átomo, el más grande del cielo; pero cuando lo hace pierde la nitidez y la pureza de su piel de plata.

A la Luna la amo desnuda, como tú ante mí.

La Luna y tú nacisteis para ofrecerme un atisbo de la belleza más pura, una condescendencia piadosa para un ser mínimo como yo.

También es fría y me roba el calor de la mirada cuando más falta me hace, cuando hace obvio que estoy abandonado aquí.

Te quiero desnuda, os quiero desnudas y frágiles en mis brazos, sentir así que existo, que no soy inmaterial a vosotras.

Es posible que no quiera corona y se sienta agobiada. Enfadada.

Cansada de protocolos...

Aún así impacta con su corona de poder.

¿Y si la Luna está enojada y muestra su halo de oscuros colores de guerra?

Tal vez se sienta así más sola, encerrada en su propia ira.

Sola e irritada allá arriba...

Con lo bella que es desnuda y blanca, fría y lejana, vanidosa y hostil.

Tanto deseos y sueños que provoca, y tan letal...

Tan árida.

Es el cadáver más cercano a nosotros en el espacio y algunos pretenden hacerla diosa, guardiana piadosa y la personificación de los amantes bajo el influjo de su conjuro de lechoso amor y fría luz.

Quieren verla así porque rechazan la muerte que hay en el universo. Ingenua y cobardemente se obstinan en creer que al morir no mueren y vivirán en algún lugar del cosmos venenoso y congelador.

Los humanos son cobardes y la Luna indiferente a quien vive y muere.

A veces pienso que cuando esté tan muerto como la Luna, mi vapor subirá hasta ella y descenderé en su superficie, como el polvo que la cubre. Y así, tal vez, observe a las cosas vivas de la tierra sin sentir nada por ellos, como si nunca hubiera estado allá, donde he estado muriendo toda mi vida.

Estar sobre tu piel desnuda y ya no esperar, sólo estar en paz.



Iconoclasta

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11 de noviembre de 2023

lp--Pedazos de ti--ic


Bajo la lluvia de hojas que la brisa arranca de los árboles, no puedo dejar de pensar que me llueves a pedazos.

Pedazos de amor que caen sobre mí como caricias cálidas y serenas, que crepitan como gotas de agua seca en mi sombrero, pedazos de ti que dan el sonido de tu voz a mi caminar.

Pedazos de amor untados en dulce mermelada de melancolía...

Y quisiera tener ese don de despedazarme y lloverte fundiéndome contigo. Que el viento nos arrastre juntos y tus cabellos sean una vela henchida sin más rumbo que nosotros mismos.

Quiero ser contigo un collage de hojas pequeñitas y revoltosas que tracen nuestros propios senderos de delicados chasquidos.

Pedazos de nosotros...

En algún momento me abandoné a amarte sin medida y se revelaron todos los pedazos de ti ante mis ojos, en todos los lugares. Pedazos de tu cabello, de tus ojos, de tu voz, de tus gemidos, de tu piel toda y de tus cuatro labios que hacen del amor y el deseo, arrebatos de voracidad carnal.

Pedazos de tus pechos oscilando sobre mi boca cuando te clavas a mí.

Pedazos de tu rostro aún somnoliento al despertar.

Pedazos de volutas de humo cambiantes que exhalo fascinado frente a ti con el primer café del primer día contigo.

Despertar contigo es nacer de nuevo, cada amanecer es el primero y es rotunda tu existencia en mis pulmones.

Cada día llueves sobre mí, y te haces eterna como el planeta, sus mares, montañas y cielos.

Miro arriba, al cielo de ramas sobre mi cabeza, e intento hacer pedazos de los besos tiernos que se forman con añoranza en mis labios, cuando arrecias tus hojas de amor sobre mí y mi soledad.

Pero mis pedazos no tienen la musicalidad y la sedosidad de los tuyos. Y suspiro, no por cansancio, sino por mi incapacidad de llover bellamente sobre ti.

No tengo tu poder, cielo.

Misericordia...

Sólo tengo tus pedazos; la certeza de tu existencia y tus palabras grabadas a fuego bajo mi piel, profundamente.




Iconoclasta

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6 de octubre de 2023

lp--Mi inexistencia--ic


Si pudiera no amarte, no podría vivir con la angustia de haber perdido la parte más importante de mi vida.

Como la niebla de las montañas es desgarrada por los primeros rayos de sol.

La solución al problema es no ser.

No es nuevo, soy mi propia evidencia.

Soy inexistencia a pesar de mi conciencia que cotorrea constantemente conmigo mismo.

Mi pensamiento está desgajado del planeta, soy ajeno a él.

Yo, mi pensamiento cruel y frío, soy como el cosmos que congela toda vida, toda sonrisa, toda lágrima y toda esperanza.

Tal vez sea que la gélida temperatura de mi conciencia me permite inexistir en este lugar de nada o muerte total.

No me parece mal, no me siento especialmente triste o turbado.

A veces divago que amé; pero es sólo un sueño. No es posible, nací tan frío que murió madre al parirme.

Acepto mi naturaleza, incluso con orgullo desmedido.

Aquí donde las almas que atraviesan la atmósfera terráquea, al entrar en el espacio se cristalizan. Desintegrándose en una muerte muda y desesperanzadora cuando se estrellan contra piedras nómadas o los planetas muertos que llenan el universo de nada y veneno.

Es un fenómeno cósmico de una bellísima tragedia.

Hermoso.

Tal vez soy Dios…



Iconoclasta

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30 de septiembre de 2023

lp--Un puro acto de amor--ic


He evocado tus gemidos y espasmos al correrte.

Tu “me corro” como un suspiro agotado y los pezones endurecidos rozando mi pecho al desfallecerte sobre mí.

Y me he mordido el labio hasta herirlo.

Con la boca ensangrentada me he derramado en la tuya.

Y aunque nadie lo pudiera pensar, todo ello ha sido un acto de puro amor.

Porque nadie podía intuir cómo nuestras almas se escurrían por las pieles viscosas de la obscenidad hambrienta y voraz.

Nada es sencillo contigo, cielo.

Y las almas se confundieron la tuya con la mía.

Nos miramos confusos ante el caos que provocamos.

Luego llegó el dulce sopor de las pieles satisfechas.

No podría ahora decir te amo, sería una parquedad injusta.



Iconoclasta

25 de septiembre de 2023

lp--Mi afilado amor--ic


Tengo el amor tan clavado en la carne que es imposible ignorarlo.

No hay día que esa astilla no se mueva y libere un doloroso placer enrojecido de una delirante esperanza, una ilusión cuasi infantil.

Y sin tocarme, se me derrama un semen como un lamento…

No hay día que cuando sangra al moverse, me libere de la carne haciéndome vapor hacia donde habita.

Soy nubes rectas como flechas, deshilachándose veloces para clavarme entre sus muslos.

Mi puño veloz como ellas fustiga hasta despellejar el deseo del cíclope amoratado y ciego. Mi bálano es un volcán incruento de bebés sin esperanza de nacer.

Amar es una acto de locura y un surrealismo impío que concilia el sueño y la realidad.

Y soy crema cálida desbordándose por su coño…

Mi amor que se hace jirones en el cielo indolora y majestuosamente liberando la energía que la urgencia tiene y haciendo por unos segundos, el pensamiento algodón.

Ser aire, al fin, en sus pulmones.

Porque adonde la carne no llega, el vapor lo inunda.

Si no fuera así ¿para qué existo?

Un semen desembocando a ninguna parte por las laderas de mi pene ardiente…

Solidificándose en frío sin sus dedos que lo templen.

Tengo el amor tan clavado que no comprendo cómo puede latir el corazón.

No entiendo porque quiere latir así…



Iconoclasta

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19 de septiembre de 2023

lp--Recuerda amarme--ic

Una nota que me acompaña desde que nací.

Porque nací en el mismo instante que supe de tu existencia.

Cuando ya había consumido demasiada vida.

La escribiste rápida con una sonrisa pícara en la cama y la pegaste en una página en blanco de mi cuaderno. Estabas desnuda y al reír tus pechos oscilaban hipnóticamente como el mar respira sus olas. Y te besé hasta el orgasmo.

Asistí al primer amanecer de mi vida a tu lado.

Aquella nota nunca se separó de mi cuaderno.

Y así, cuando soñando me alejo del mundo.

Cuando blasfemo por el mal lugar y tiempo en los que nací.

Cuando miro absorto la vida no humana del bosque.

Cuando duele algo en lo profundo de un hueso o bajo la negra piel sin sangre parece que corren hormigas.

Cuando cierro los ojos al placer e intimidad del silencio humano en mi elaborada soledad; abro el cuaderno y leo tu nota con tristeza porque no son tus labios acercándose sensuales a mi oído, los que susurran lo innecesario.

Estás en todas partes y en todas las edades del universo.

No es una nota, es un papel impregnado de la esencia de tu alma. Acaricio el relieve de tus palabras y siento que es tu piel cálida y vibrante, de una vida contagiosa.

Conservo como salvavidas tu breve y tierno pensamiento, grabado como hacían antiguos escolares, rasgando y arrancando cuidadosa y silenciosamente la esquina de una hoja de la libreta, para escribir una hermosa ingenuidad. Y entregarla con la mano rápida y secretamente en clase de historia.

Como renacuajos traficantes de amor.

Este posit es lo único palpable de ti, me ancla a la tierra donde tú estás. Un breve pensamiento como una sonrisa traviesa eternizada en mi cuaderno de locuras.

Podrías haber escrito “te odio” y seguiría sintiendo la suave y húmeda tristeza de no ser tu voz la que susurrara la confidencia.

Toda palabra que escribes está impregnada de ti como polvo de hada.

No podría olvidar amarte, cielo.

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El hombre, inclinándose más hacia la rodilla donde apoyaba el cuaderno, repasó las letras del posit con el bolígrafo. Y cuando cerró la desgastada tapa de la enésima bitácora de la soledad, la guardó en la mochila como si fuera algo importante. Se levantó con cierta dificultad de la roca donde se había sentado muy cerca del río.

Y no había ilusión o emoción alguna en su mirada, nadie excepto él había escrito aquella vieja nota.

Salió al camino con el fracaso colgando de un hombro otra vez.

Con su solitaria mentira y el eterno fraude de sí mismo.

Tal vez, cuando encontraran su cadáver y alguien leyera esas dos palabras de la nota en su cuaderno, nadie pensaría que su vida había sido tan árida como él se sintió siempre de seco y vacío.



Iconoclasta


21 de agosto de 2023

lp--Envidiar a las mariposas--ic


No puedo entender las mariposas del estómago; pero sí son razonables las imposibilidades que surgen de amarte dando vueltas en mi estómago como náuseas.

Las mariposas son la antítesis de desearte: su sutileza y mi densidad. Su volatilidad y la gravedad que me hunde década tras década en la tierra. La inmovilidad de una estrella que se consume alumbrando lejanamente las cumbres de tus pechos y ellas tan volubles volando de flor en flor.

De las mariposas adoro su belleza y volubilidad. Su universo, donde hay tantas flores.

Aquí existes solo tú, no hay más flor.

Tal vez sea que más que adorar, envidio su fugacidad y volubilidad.

No puedo ser como ellas, en mi cosmos es obscenidad.

Sin embargo, el no esperar.

Una vida sin vértigos, de luz…

Nací demasiado longevo, demasiado pesado.

Quien fuera ellas…

Una de las dos especies no tiene futuro, o es negro como la tumba en la que me hundo.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


11 de agosto de 2023

lp--La mujer infinita--ic

Llora perdida e irremediablemente ante el espejo del armario. Jaime se ha derrumbado en la cama aún vestido, el calor del verano y el dolor mudo de una hija ya definitivamente arrancada de sus vidas crean una atmósfera tan densa que los movimientos se dificultan y literalmente, sienten que respirar es una guerra.

Silvia se desprende del suéter oscuro ante el espejo; pero realmente observa angustiada un ataúd pequeño y blanco empujado con una pala a lo profundo del nicho por el albañil sepulturero. Y su alma emparedada con su hija allá adentro.

Está vacía de todo, lo dice su reflejo.

Las lágrimas corren porque se está licuando toda ella, sus tripas son un aceite caliente.

El dolor está allá dentro en la oscuridad del nicho que radia su mal a través del aire, como un cordón umbilical podrido. Su propio reflejo es una imagen subexpuesta, una mirada enferma de conjuntivitis.

Cuando los sepultureros sellaron la losa con el cemento, también oscurecieron la vida.

Se oscureció todo con un definitivo eclipse.

Jaime observa su espalda trémula, los tirantes del sujetador negro asemejan un arnés de seguridad para no caer en el abismo de ese llanto venenoso y quedo, de baja frecuencia que lo rompe todo, el ánimo y la cordura; como un terremoto.

Silvia es una mujer infinita, se enamoró de ella hace catorce años, ante su seguridad, su fortaleza de convicciones inquebrantables, de su infatigable lucha por vivir y disfrutar. De sus tacones que pisaban fuerte a pesar de ser agujas.

Es infinita porque se rehace de los golpes que le da la vida, porque es hermosa y nada le roba su brillo. Es infinita porque se erige de nuevo, reconfigurada ante una nueva situación. Está lejos de la perfección, pero ambos se han reído siempre de la perfección.

Él no es infinito, es un hombre con malas experiencias acumuladas, de un cultivado pesimismo surgido de más dolores que alegrías. De más luchas perdidas que ganadas.

Se siente, de una forma sucia, mediocre. Y ella, su presencia, su voz suave y sin titubeos, y su mirada que lo ama, lo liberan de su maldición cada día, a cada momento.

Evita era como su madre, con tan solo siete años pisaba fuerte con sus zapatillas de suela de lucecitas, jugando tan pequeña a ser coqueta. Evita sanaba su mediocridad, su existencia era la prueba misma de que no podía ser tan anodino si colaboró en crear esa hermosa criatura.

Siente que es el momento de largarse de aquí, de dejar de vivir y respirar mierda. Hace cuatro días, que perdió lo que más quería, lo que más podía doler, lo que más amaba.

Si hay un buen momento para que el corazón se rasgara, es ahora.

Un simple traspiés bajando por una escalera del colegio, derivó en un cuello roto. En un milisegundo murió, y con ella también Silvia y Jaime. Y toda esa tragedia ocurrió hace apenas un segundo, solo cuatro días.

Un jersey de cuello alto pretendía ocultar el obsceno bulto en el ataúd. No recuerda una imagen peor en su vida.

Los hijos se quedan con todo el amor y hacen de los progenitores socios de un negocio. Saben, al observar el bebé en sus brazos, que ya no serán lo que fueron antes del nacimiento, ni tras la muerte.

Ya no serán amantes, solo madre y padre.

Y por ello, Silvia es la mujer infinita, su heroína, su diosa. Sonríe invicta a pesar de perder cuando él blasfema fracasado. Y se ríe de las tonterías que se dicen del amor filial.

Debe hacer algo por ella, se ha quedado perdida frente al espejo, ha sido expulsada del mundo.

Se incorpora y se abraza a su espalda, ciñendo su cintura con los brazos, apoyando la frente en la oscura melena intenta dar consuelo al cuerpo que ha perdido el alma.

Busca a la mujer infinita, la conjura con una pena oculta a traición, por la espalda.

La frialdad de su silencio y su ausencia de ella misma contrasta con la calidez de la piel, su suavidad inalterable, sus hombros aterciopelados de un vello de melocotón.

Extiende las manos en el vientre, porque muchas veces anida en él el dolor y el miedo, y siente una leve contracción en ella, como si empezara a surgir de la oscuridad.

El pene se ha endurecido en el pantalón y presiona en sus nalgas buscando cobijo y roce en la liviana falda que cubre su más íntima belleza.

Silvia responde con un pequeño espasmo agitando las nalgas levemente.

Jaime siente que se rebela en su mente un ser primitivo combatiendo por ocupar su atávico lugar en la luz ajeno a toda tristeza. El cerebro es un llanto y el cuerpo se ha desprendido del alma. Con el dolor ha perdido el control de su humanidad.

Sus manos se meten en el elástico de las bragas que encuentran el monte del Venus. Acariciando el vello rizado, sus dedos se acercan al vértice de los labios. Silvia entreabre la boca en un suspiro que no surge con la mirada aun fija en el ataúd.

Y sus piernas también se separan aunque no quiera.

El pene palpita presionado contra la ropa y las nalgas voluptuosas.

Ella llora un dolor e inevitablemente su sexo se derrama cálidamente en las manos de lo que un día fue su amante y hoy es padre muerto de una hija muerta.

El presiona el clítoris duro y resbaladizo, los dedos se deslizan vagina adentro sin obstáculo, con obsceno consentimiento sin sopesar amor, muerte, dolor o alegría.

Y ella gime, por primera vez en todo el día su boca emite un sonido y siente los pezones contraídos. Tiene cuerpo…

Jaime le arranca el sostén y sus pechos gravitan violentamente pesados, agitados por una respiración extrañamente agitada de ansia y tristeza. Las grandes areolas están coronadas por dos puntos duros. Y una mano los oprime al límite del dolor.

–Eres mi amor infinito, ven  conmigo. Sé mi amante, follemos esta puta tristeza. Sé infinita mi amor…

Silvia cierra los ojos y su cabeza se ladea ofreciendo el cuello a Drácula. Y es besada.

Los humores sexuales de su coño amalgaman ambas carnes, los dedos penetrándola ya no se distinguen de su propia carne y el placer animal irrumpe alejando el ataúd y la inmensa pena lejos de ellos.

Lejos de su coño.

Sus rodillas se doblan con el orgasmo, él la sujeta manteniendo la presión firme en su sexo para recibir cada espasmo, cada contracción. Ella gime y llora en un descontrolado caos que la hace sentirse loca.

Jaime la conduce a la cama, acostándose a su lado. Siente el semen enfriarse en los calzoncillos, mojando el pantalón. Ha eyaculado no sabe en qué momento.

Con un brazo le envuelve el hombro y el pecho. Se encuentra otra vez a su espalda. Le gustaría mirarla a los ojos y besarlos. Sus ojos infinitos…

La horizontalidad parece apaciguar la gravedad y el dolor de la sangre rugiendo vida.

Con el paso de los minutos sus respiraciones se tornan silenciosas y tranquilas.

–Eres mi infinito, mi universo –le susurra como una nana. –Sé fuerte amor, no te rindas.

–Eres un cerdo. Hijo de puta. Me has arrebatado mi pena, mi dolor. Me has obligado a traicionar a Evita follando, haciendo que me corriera. Cerdo, cerdo, cerdo… No se folla cuando entierras a tu hija. ¡Cerdo! ¡Cerdo! ¡Cerdo!

Jaime retira el brazo de su hombro y se levanta de la cama.

Es el fin.

Es pura disciplina, lo que está mal no se debe prolongar. Porque cada día que pasa, la vida es más corta.

Ya no es la mujer infinita, aquella cosa es una mediocridad, una sucia bola de prejuicios. La mujer infinita murió con el último “¡Cerdo!”. Ahora grita histérica en la cama “¡Mi niña, mi niña! Nos has ensuciado, cabrón.”.

Evoca a Evita y concluye que esa mediocridad que llora en la cama con hipocresía tras haberse corrido, no enturbiará ni un instante de aquellos siete años de vida de su pequeña de zapatillas luminosas. No le daría la más mínima oportunidad de amargar o ensuciar aquellos años pasados.

Recuerda el velatorio de su padre, durante la cena su tío (hermano de su padre) contó un chiste, ya no se acuerda cómo era. Jamás pudo olvidar aquella risa liberadora. Todos reían con el muerto aún en la habitación, incluso mamá.

Cómo lloró de risa, creía no poder parar…

¡Qué falta le hacía! No lo supo hasta que lloró con histeria la gracia y el dolor. Todos entre risas, agradecieron silenciosamente a su tío el chiste que rompería aquella tristeza que estaba asfixiando a la vida misma. Fue mágico, fue el momento más bonito que vivió porque las risas eran para su padre, por su padre, por amor puro. Nadie pidió respeto o sintió ofensa.

Jaime coge la cartera y el teléfono de la mesita de noche y tira las llaves de casa sobre la cama.

Antes de marchar se lava en la fregadera de la cocina las manos que huelen a coño, mediocridad, orina y pegajosos humores sexuales. Y a desengaño…

Siente los años perdidos embaucado por ese gran error de la mujer infinita, frotando las manos más de lo necesario.

Cierra suavemente la puerta de casa enterrando una época de su vida.

Descendiendo por las escaleras del bloque de apartamentos, imagina la posibilidad de que Silvia lo denuncie por violación o lo que quiera; porque ya no sabe qué es esa cosa que llora más que por su hija, por haberse corrido. Por haber faltado a alguna ley de mierda, a un puto mandamiento divino. A una piara de fariseos que obedecen como perros.

Su llanto lejano lo encoleriza y apresura el paso para alejarse de ella.

Para siempre, sin arrepentimientos, sin más palabras.

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Epílogo de La vida agotada de un apátrida social (autobiografía de Jaime S. P.).

Breves pensamientos, como luciérnagas titilando entre la fronda oscura que aún hoy al final de mis días, dan claridad y conclusión al fin de mis días. Y mueven mis manos para escribir de nuevo las mismas percepciones y certezas; con otras comas, con otros puntos.

Con otra edad... Una palabra siempre es distinta, por igual que se escriba, en el tiempo.

Pensamientos que quedaron vivos, porque estaban firmemente intrincados en el recuerdo de mi pequeña Evita. No puedo olvidar sus zapatillas luminosas y su aterrador jersey de cuello alto.

Cuando aquella mujer era infinita pensaba: No pretendo vivir una vida feliz con ella, no soy un niño. Quiero vivirlo todo, todo lo malo con ella; porque es de lo que más hay.

De una forma natural, por mi constante cercanía a la muerte, sabía por simple deducción que los orgasmos tristes trascienden más allá del dolor de la muerte y jamás olvidarás que abofeteaste a la parca con un acto obsceno de amor y piedad.

Me encanta imaginar a un hipotético dios mirando con vergüenza nuestro acto sexual de muerte y dolor usando los medios que él creó para evitar los males que también creó.

Un follar agónico hará del caos del dolor un instante de luz, de claridad en un túnel devorador. Follar es encontrarnos los dos en el mismo abismo insondable, follar precipitándonos a las fauces de la muerte…

La he tenido entre mis brazos con indiferencia, como si no existiéramos ninguno de los dos frente al espejo. Y en un momento inconcreto sus muslos se han separado permitiendo que mi mano atenazara su coño hasta exprimir su humedad.

Y sus pezones se han endurecido, mirándose ante el espejo incrédula y lejana.

Parafraseando al cura, también prometí ser obsceno, tanto en la desdicha como en la alegría.

Y pudo ser realmente una mujer infinita, no pudo negar sus deseos más profundos y atávicos, los que nos llevan a la animalidad (un privilegio embarazoso) y desdeñan dolores que van contra la vida misma.

Somos dos seres atávicos, primigenios conjurando la oscuridad salvaje llena de horrores. A pesar de la muerte que hace ruidos a nuestros alrededor, sabemos que follar es luchar contra ella.

Te juro ser obsceno en la felicidad y la aflicción.

Los orgasmos tristes y suicidas son embates lentos que arrastran las cálidas lágrimas hacia las entrañas ateridas de frialdad. Se crean con el primer abrazo de la piedad y la compasión para dar paso al valor primitivo con el que no somos conscientes de que moriremos.

He visto, en velatorios, a los deudos reír ante un chiste con una desoladora tristeza, intentando sacarse de encima ese cáncer de la pérdida que hace la piel gris; una ceniza fría. Yo reí, lloré de la risa con el cadáver de mi padre en la habitación. Fui tan libre en aquel momento, como jamás he vuelto a serlo.

Es una cura, una terapia no escrita. Una obscenidad que va contra la moralidad de la humanidad como especie vacuna herbívora.

El sexo triste es una lucha del ser humano sin amos ni dioses en la libertad absoluta.

Si alguien supiera que hemos follado tristemente el mismo día de la sepultura de nuestra hija, se escandalizaría: ¿Cómo han sido capaces? Son como bestias.

Somos bestias y no consideramos la muerte o los dioses como un cercado a nuestra existencia.

Si la tristeza se come el placer, habremos perdido la gracia para siempre. El único placer verdadero que no consiste en poder y riqueza, en humillación y servilismo.

Sin placer seremos siempre un patético fracaso humano.

Y nos alejaremos el uno del otro.

Los muertos y las enfermedades no prohíben el placer, ni las flores en las tumbas.

Puedes correrte, debes hacerlo para no ser derrotados los dos.

Ella lloraba mientras mi mano dentro de sus bragas acariciaba la vagina anegada de un deseo que su mente no sentía.

Me gritó agresivamente que era asqueroso lo que habíamos hecho...

Era asqueroso yo.

Sintió asco de sí misma de estar mojada.

Me llamó cerdo. Y también supe que no habría reído en aquel velatorio dejándose llevar por el deseo de erradicar la tristeza de su ánimo, como algo instintivo, como el arma más poderosa de supervivencia.

No era una mujer infinita, es una mediocridad como yo; pero adoctrinada en sociedad.

La comprendí en el acto. Y allí en aquel instante escapé de su ira y su tormento, para que se hundiera sola en su tristeza. En el metro, camino de un hotel, le lloré a mi pequeña Evita que habíamos fracasado, que papá y mamá habían dejado de existir con ella.

No podía perder los bellos momentos de mi vida por un prejuicio, por una culpa inculcada. No pudriría la felicidad de haber sentido, durante siete años, la vida de Silvia crecer a mi alrededor, llenándome.

Los cadáveres me han enseñado que es más fuerte la muerte que el amor. No puedo permitirme luchar sin esperanza y ella la había perdido, por un instante su deseo cedió pero su pudor inducido venció, nos venció a los dos.

El amor no puede luchar contra la firme decisión de la tristeza de negar la propia vida por una cuestión moral.

Y el amor tampoco sobrevive sin el sexo, el amor sin sexo es un amor paternal vacío y ridículo que jamás quisiera imitar con la mujer que amo.

Tengo un hijo de treinta y cinco años con otra mujer. No sé qué fue de Silvia, ni en el trámite de divorcio nos encontramos. No he sentido jamás curiosidad por su vida, lo último que recuerdo de ella es su mirada agresiva y escandalizada. Y las bragas mojadas.

Y con un fogonazo de certeza concluí que ya no podría amarla por mucho tiempo que pasara.

Que nuestro follar sería siempre un acto ganadero.

Renegó del sexo, maldijo el orgasmo a pesar de que su cuerpo y su instinto primitivo la arrastró a él.

Su moral era superior a la necesidad y al amor mismo.

Dejó que su coño se humedeciera con mi mano.

Y también se llamó cerda a sí misma.

No estaba en shock, su sexo se mojó. No impidió que metiera la mano en sus bragas.

Y tuvo el peor pensamiento del mundo: yo estaba ensuciando y ofendiendo el recuerdo de su hija.

No era la mujer infinita capaz de amar, sentir, llorar, disfrutar o reír el orgasmo en la dicha y en la tristeza.

Me convertí en su monstruo por unos segundos. Los que tardé en escapar de aquel hogar que ya no era mío.

Somos seres que unos se adaptan y otros conservamos celosamente nuestra esencia humana primitiva, la que pone las cosas en su lugar. A los muertos enterrados, a los vivos respirando y sufriendo de nuevo.

Nunca me preocupó estar equivocado, sólo que mi pensamiento tuviera límites.

A estas alturas, ya viejo, pocas muertes tendré que conocer excepto la mía. Y eso bien vale un cerrar de ojos esperanzado.



Iconoclasta


5 de agosto de 2023

lp--La fiebre y la diosa--ic


Padezco la extraña fiebre de meterte en todo pensamiento que escribo y describo.

Es un acto irreprimible.

Y cuando todo pensamiento se agota, cuando las ideas se han secado, quedas tú.

Tú sola llenando mi universo, llenando todos los espacios en blanco.

¿Entiendes lo de “diosa”?

Porque yo siempre lo supe.



Iconoclasta


28 de julio de 2023

lp--Mirarse el ombligo--ic

 

Los hay, dicen, que se miran el ombligo.

A mí no me pasa. Me hipnotiza el tuyo e imaginar que lo penetro con la lengua inundándolo de mi baba animal espesa y cálida, cuyo río verterá en tu coño arrastrándome.

Con tus dedos aferrados a mi pelo contienes el aliento en el lento descenso a lo inevitable, mortificándome. Provocando el hervor de la leche en mis huevos pesados, doloridos por la presión del atávico deseo acumulado.

Me importa una mierda mi anodino y estúpido ombligo.

Estoy caliente y la tengo dura ¿Cómo cojones voy a mirarme el ombligo, si mi rabo colapsado de venas y espasmos domina la horizontalidad y verticalidad de la bestia abriéndose paso hacia tu alma carnal?

Quien se mira el ombligo no alcanza a intuir el acto de follar. No lo entiende.

Amarse uno mismo es el consuelo de los incapaces.

Un dinero metido en un coño a cambio de la vejación de ambas partes.

Un consuelo sórdido y patético de fracasados.

Solo miro tu ombligo, el camino directo a tu coño.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

 

13 de julio de 2023

lp--Arrebato de narcosis romántica--ic


Tengo una sobredosis de ansiedad de ti.

Me he chutado en vena tus palabras y sonrisas, tus sueños y amaneceres injustos.

Y mi piel destila gotas de tu alma.

Te juro que no es sudor, porque siento el cuerpo helado por dentro.

Estoy absolutamente colgado de ti.

No distingo si en mi cabeza riges tú o yo.

He esnifado recuerdos contigo e incluso he dudado de que los sueños lo fueran.

He despertado sentado en una roca a la orilla del río.

La lluvia de pelusas de los sauces, como seres celestiales ingrávidos y volátiles sobre el cauce, dibujaban tu rostro en el aire.

Irremediablemente me arrastraban a ti.

He sorbido una gota de sangre que descendía por la nariz y me he lavado el rostro con el agua fresca de tu líquida mirada.

He imaginado el planeta desde el espacio, sus distancias e inconsecuencias.

Y un repentino latigazo de solitud me ha provocado la necesidad de escapar contigo de nuevo. Escapar de la dimensión real…

Pero no me quedaba más morfina de amor.

Por el pliegue del codo una pequeña boca pide más de ti y llora una gota de sangre con hambre.

Las venas se rasgan con el ánimo.

No sé, es difícil amar y comprender.

Arrastrando mi mono de ti he caminado con un saco de tristezas que solo debe abrirse en la oscuridad y su aislamiento. En la habitación del llanto de mi hogar.

Volveré a encerrarme en mi laboratorio de amor ilegal y quemaré más palabras tuyas escritas en papeles rasgados como mi pensamiento. Y sublimaré las cenizas con lágrimas.

Destilaré la materia oscura y la esencia será de mil partes de ti por una de mí.

Las sobredosis de ti no matan; es imposible que pueda causar un daño el exceso de ti. Principalmente se debe a que no hay exceso, soy insaciable.

No importa lo que se espese mi sangre con tus palabras procesadas en mi alambique de la desesperación.

No importan las cenizas tantas veces esnifadas, adheridas en los pulmones y las impurezas que pudiera haber por mi torpeza en la elaboración.

Aunque dudo que sea una ventaja no morir por narcosis de tu amor.

Estaría bien morir suave y plácidamente. Es una dura prueba de entereza salir de la psicodelia de amarte en un momento y lugar sin ti.

Lo que no haga tu amor, el tiempo lo hará. Sin embargo, hay tanto tiempo que el desgaste es eterno como el infierno.

He alucinado en algunos viajes que esos seres que flotan sobre el río y lentamente caen en el agua, como si no quisieran, son capaces de arrastrarme río abajo y llevarme al mar cuyas todas aguas conducen a ti.

No tengo necesidad alguna de despertar, no me preocupa. La ingravidez de la inexistencia es ese descanso que buscan los alquimistas yonquis del amor, cuando se colocan con sus propias drogas.

A veces, cuando la vida duele mucho, tengo un mal viaje al meterme un jaco de tu alma y ocurren cosas horribles; la ventaja es que al despertar no hay esa tristeza que incinera la ilusión de los sueños. Sin embargo, he perdido el tiempo.

La tristeza, más hermosa que cualquier alegría, llega cuando te disipas entre las volátiles pelusas que, arrastradas por suspiros y trinos nievan blanca y cálidamente sobre el cauce del río.

Y Linda Ronstadt cierra hermosa y sensualmente su Blue Bayou…



Iconoclasta

2 de julio de 2023

lp--Tu coño de Dios--ic


Si Dios no hubiera querido que folláramos, no te habría dado ese maravilloso coño.

Dios quiere que te joda.

Y no importa lo que él quiera, sino mi locura por ti.

Dios te hizo deseable y el coño hambriento.

Y a mí para clavarme profundamente en ti y humillarme ante su gran obra carnal.

Dios hizo esos hermosos pliegues y rincones en tu coño para que pasara largo tiempo, toda la vida que me queda, tocándolo, descubriéndolo, aprendiéndolo, lamiéndolo y aspirado el clítoris con fuerza entre mis labios hasta inflamarlo y sensibilizarlo hasta tu paranoia.

Dios hizo tu coño profundo para que mi glande inquietara tu alma. Temo que mi polla sea pequeña para tal fin.

Dios pone así a prueba mi voluntad y tu coño mi humildad.

Dios colocó tu coño lejos de tus ojos para que no me quedara paralizado admirando esas dos ventanas de luz que iluminan tu pensamiento y deslumbran el mío, con sus astros y galaxias que giran y se expanden dentro de ti. Eres el universo que contiene un universo.

Y gracias a Dios, sé como interactúan tus obscenos labios con los pezones, cuando los separo en la intimidad cálida y protectora de tus muslos, con los dedos chapoteando impúdicamente. Se llaman Perdición D y Perdición I y te mortifican los pezones endureciéndolos; es la razón de que los maltrates como yo no me atrevería, ante mí esclavizado entre tus piernas de puta y deidad.

Sé que cuando surja tu flujo espeso y dulzón empapando mis dedos, labios, nariz y lengua; no pasarán más de veinte segundos hasta que te corras con la espalda arqueada haciendo arte conceptual de la lujuria. Y yo sienta que debo sujetarte, contener ese placer para que no te parta.

Sé que tus muslos intentarán cerrarse cuando el látigo del placer se extienda desde tu coño, al vientre recorriendo todo el torso para alcanzar cada ápice de tu piel y provocar un caos en tu pensamiento.

Dios hizo mis dedos rudos y firmes para que en ese instante atenacen con fuerza la vagina contraída, pulsante, brillante de tu propio óleo sexual. Y hacer tu gemido profundo, exhalado como una muerte por tu boca entreabierta, abandonada a mí, a mi mano que oprime y cubre tu coño todo.

Y tienes en ese instante mi vida en tus manos, porque detienes mi corazón y los pulmones en tu salvaje y ancestral sexualidad.

Dios creó tu coño precioso y perfecto, elástico para abrazar y rodear hasta la asfixia mi pene cuarteado de venas, con el glande cárdeno del colapso sanguíneo.

No quiero hablar de amor, me estoy corriendo, soy un ser salvaje y desbocado que observa como tu coño derrama mi leche… Y jadeando, apenas puedo creerlo.

Cuando salga el sol, al despertar a tu lado tendré las precisas palabras para adorarte al oído, secretamente sin ser necesario. Y en el ritual del café las sonrisas necesarias para hacer feliz un día más contigo.



Iconoclasta


2 de junio de 2023

lp--Amar plácidamente--ic


Quisiera amarte con serenidad, no escribiendo y describiendo con brutalidad la tristeza, lo mierda que me siento cuando te leo sin mirarte, cuando las palabras carecen de tu sonido. Cuando el aire no está ionizado de ti.

No mirarte, no oírte, no besarte, no joderte…

La serenidad ha desaparecido de la faz de la tierra.

Es normal que este colapso de amor conduzca a la duda: ¿Y si no me amas?

Observar tu lenguaje corporal y oír las palabras escritas moduladas por tus labios… Es lo necesario para verificar la concordancia de los gestos y la entonación de tus palabras con el amor. No es lógico enamorarse tan perdidamente sin esos datos.

Si no me amaras, qué ridículo…

Sin embargo, la otra lógica dice que me amas, porque no hay nadie al otro lado del universo amenazándote con un arma para que escribas las palabras de amor y deseo.

Nuestras intimidades no certificadas.

Si no me amaras, no tendría sentido este intercambio de sueños y deseos.

Cuando algo no está bien, cuando algo me falta no puedo pensar con objetividad y mucho menos con un eufórico optimismo. Solo me permito ser medidamente ingenuo.

Y así y todo, soy tu más demente número uno.

Durante el acto de leerte y unas horas después, son los momentos de más lucidez y serenidad en mí.

Y descanso de todo este estrés con las manos sucias de mi leche jadeando aún el placer que se me permite.

Cuando el semen se seca, vuelta al tormento…

Si te he de ser sincero, cuando leo tus sorprendentes y excitantes obscenidades, con las que indefectiblemente acabo corriéndome; no te amo. Es puro instinto animal, incluso siento ferocidad no solo por metértela, sino de ser tu amo. De sentirte de mi propiedad.

Todo está bien en ese momento primigenio, instintivo. Puramente animal.

Sin más complicaciones, por favor.

Sabes explotar y no es tu naturaleza reprimir tu sensualidad hasta hacer hervir mis cojones. Eres mi amada microondas.

Incluso ahora, concentrado en escribir todo lo que no te siento y no te tengo, no ceso de separar y cerrar la piernas intentando dar consuelo a un pene que duele al intentar expandirse en el pantalón con un glande mojado y resbaladizo.

Padezco la compulsiva ansiedad de irrigar tu monte de Venus y el coño con mi leche y luego desfallecer, escupir los últimos de deseos dentro de ti, con el movimiento peristáltico de tu vagina perfecta e impía extrayendo las últimas gotas de mi animalidad.

Esto no es una misa y tú eres la más mujer de todas las mujeres. Es un deseo violento y ancestral, no es posible describirlo con delicadas palabras. Es más, quiero herir tu sensibilidad, la de tu coño. Y que separes los muslos leyéndome.

A la diosa, lo que es de la diosa: la carne cruda de un celo húmedo y desatado.

O un beso robado en la paz de un amanecer aromatizado con el íntimo café.

Quisiera amarte con la serenidad de despertar junto a ti. Y hacer emerger tu conciencia dormida lamiéndote dulcemente entre los muslos.

¿Has visto? Se me derrama la ternura y el deseo en avalancha. Haces de mí el caos.

Vivir como yo es una monstruosidad, es desvivir. Pagar una condena por un delito no cometido.

Tu condenado te ama.


P.D.: Sé que no puedes sentirte como yo porque tú ya te tienes. Qué envidia…







Iconoclasta