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18 de julio de 2012

Una historia con mi madre

 
Se ha muerto la madre que me parió, a mí, mi hermano y mi hermana.
Y ha dejado una historia, como rastro de su vida.
Setenta y dos años… Es una historia modesta en su longitud, hay gente que vive más. No importa, si su historia hubiera sido más corta, la habría querido más aún. Soy un cabrón amando y no me soborna el tiempo ni el dinero.
Hubiera preferido que se hubiera muerto antes un rey, una reina, un presidente de cualquier país, o cualquier persona de relevancia social, política o económica.
Pero es un mundo imperfecto, legalizado e injusto.
Mi madre no era artista, ni especialmente culta, cosa que me parece bien porque me paso el arte y la cultura por el forro de los huevos.
Mi madre pasó hambre, fue casi abandonada y no llegó a conocer a su padre. Su marido (nuestro padre) murió pronto; y todas estas cosas no quebrantaron su ánimo. Sufrió durante el tiempo necesario sin que ello amargara su carácter de forma permanente.
Con toda naturalidad nos contaba que de pequeña se alimentaba de pieles de plátanos chafadas en la calle de la Barcelona de la posguerra. Y que un señor la tomó en brazos para llevarla a unas monjas, porque cagando en mitad de la calle se le salieron los intestinos.
No era un lamento, era una forma de enseñarnos que en la vida ocurren cosas malas y que no tienes que romperte por ellas.
Sin embargo, toda esa mierda que vivió (un pequeño porcentaje de su vida), le marcó la salud y le vedó una vejez tranquila y lúcida. De tal forma, que de repente toda la porquería pasada irrumpió en su cerebro ya más débil por la edad encharcándolo de sangre. Luchó en los momentos lúcidos por no enloquecer.
A tomar por culo, madre. Los que no se lo merecen tienen una vida sana y amable; ojalá hubieran muerto otros antes que tú.
La vida es imperfecta, una soberana mierda.
A veces hablabas de encontrarte con el papa en la muerte. No creo en esas cosas; aún así, deseo que estéis juntos. Es una hermosa e inofensiva mentira, no puede hacer daño.
Y si continúo con la mentira, pronto nos veremos también, he estado a punto de ganarte. Soy veloz para algunas cosas.
Sobre todo para las malas, para la mala suerte.
Y la mala suerte es también saber que has muerto.
No lo creo, no lo digo con fe, no nos encontramos con nadie al morir. Solo alardeo de un optimismo y una ilusión que no tengo, como homenaje a mi madre.
Desapareceré, no hay otra cosa tras la muerte; pero mientras vivo, amo tu memoria y nuestra historia.
Lo importante no ha sido tu muerte. Tu muerte ha sido solo dramática.
Lo importante ha sido tu vida y toda, absolutamente toda nuestra historia contigo.
Un beso mamá, te quiero.
A mi madre Mercedes Albaladejo Candela 6/6/1940 – 17/7/2012









Iconoclasta 


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10 de julio de 2012

El hombre heroico



Mercé Rodoreda  dijo y dijo mal (con buena intención):

“El hombre de hoy no es heroico. Le basta con sentirse poderoso”.

Es un error, los escritores llevados por el romanticismo y un exceso de filantropía cargada con sobredosis de psicología de salón, se equivocan muchísimo. Hay que desconfiar de esa idealización.

En este caso, el error se encuentra en: “el hombre de hoy”. La segunda afirmación de la escritora, es totalmente verdadera, y por supuesto se cumple en toda época.

El hombre como especie, como humano sea macho o hembra; jamás ha sido heroico, en ninguna época.

Han existido y existen héroes. Yo mismo soy uno; pero eso no incluye a la especie humana.

Los héroes tienen nombre, identidad propia y méritos exclusivos, personales e intransferibles. A la chusma no se le puede dar el mérito de los individuos éticos y valientes que existieron en otro tiempo, o sus contemporáneos.

Es un error romántico, sin malas intenciones; pero me molesta que mi forma de ser le dé puntos extras a la humanidad aborregada, cobarde, servil, conformista y envidiosa.

Nacen escasos individuos con inteligencia y habilidad; que no usurpen los mediocres sus méritos. La humanidad solo avanza con una buena vara azotando sus lomos.

La genialidad (y por tanto heroísmo) es producto del individualismo y se pudre entre la mente del hormiguero. El trabajo en equipo mata a la creación.

Edison descubrió la lámpara eléctrica, y Einstein sentó las leyes de la relatividad. No lo hizo la humanidad. Que nadie se sobrevalore de una forma tan pueril e infantil.

La humanidad es una piara de cerdos que hociquean gruñendo cansinos buscando trufas sin acabar de encontrarlas, hasta que viene alguien inteligente y se las pones en el hocico.

Si la humanidad se adjudica los grandes logros y descubrimientos, se adjudica de igual forma que es asesina como Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Stalin, Idi Amín…

La Capilla Sixtina  tiene un autor exclusivo que nada tiene que ver con la humanidad.

La población es una masa de tarados hipócritas que no saben ni hacerse una paja con una película pornográfica.

El hombre no pisó la luna, lo hizo un astronauta, un tal Armstrong.

La chusma no es valiente y mucho menos heroica.

El heroísmo, la especie humana, lo tiene tan metido en el culo que necesita el espéculo y unos buenos fórceps para sacarlo de sus intestinos.

En cambio, que se crean poderosos sí es cierto. Los hay que lo son, que nacieron para engañar, para ser profetas y vivir sin trabajar, presidir países y dictar sentencias, para escribir estupideces de conformismo y felicidad que hasta los perros saben. Esos los hay. No son inteligentes, el azar trata bien a los idiotas.

Los humanos básicos y sin ápice de creatividad o inteligencia son los que se sienten orgullosos cantando sus himnos de mierda y besando sus apestosas banderas. Firmes, con la mano en el pecho, o mirando a un cielo lleno de divinos engaños. Sumisos; pero pegando a su mujer y a sus hijo porque no tienen suficiente inteligencia ni habilidad para salir de la miseria. Su propia mierda los frustra. Son los que sacan la lengua para escribir dos palabras sencillas con un lápiz roído y sudan por ello. Eternizando con sus genes la estupidez  y el borreguismo.

Y estos seres que jamás serán valientes, que solo se alimentan, follan, envidian y dicen que han ganado un partido deportivo con un vaso de cerveza en la mano. Además de idiotas, son falsos hasta el asco. Dicen ser los mejores; pero su esfuerzo se limita a levantar una cerveza, a no saber escribir, ni expresarse y a criar a sus hijos entre el infecto reguetón y comida barata que los hace a todos más profundamente vacunos.

Eso ocurre hoy día, siglos atrás simplemente comían y dormían encima de sus propios excrementos.

El hombre siempre se ha sentido poderoso; pero no lo será nunca, solo algunos privilegiados por la suerte consiguen canibalizar a otros. Como las garrapatas en las orejas del perro.

El hombre común y los otros, lo que están por encima de los obreros, se conforman con tejer un edredón de vistosos colores relleno con excrementos para sus hijos. Sin heroísmo.

Poderoso es el que hace lo que quiere y necesita, sin tener en cuenta leyes y costumbres, olvidándose de tradiciones y con una única fe: creer en si mismo. Poderoso es el que consigue algo sin ser parásito. Y de estos poderosos, tal vez haya uno o dos por cada cien millones de habitantes.

El heroísmo es solo una virtud con la que nacen muy pocos o ninguno en cada generación. Poderosos, son en esta sociedad las tenias que gobiernan y dictan leyes, los tumores que regalan paraíso e infierno.

Es todo tan sencillo y superficial, que da asco.

La inteligencia de los mediocres solo sirve para sumar y memorizar toda la basura que les enseñan y por fin acatan. El héroe no memoriza, siente, presiente y se mueve por canales no previstos.

El 95 % de la población no conoce sus propias reglas ortográficas, escriben con precariedad y por la misma razón sus lecturas son erróneas, basadas en su propia ignorancia.

De ahí es imposible que puedan salir héroes, porque esa masa inculta, es la que elegirá a su amo para que le enseñe donde mear o como y cuando se ha de follar a su mujer y tener hijos.

Los héroes no son cien palurdos tartamudos y con menos intelecto que una mosca, que en tiempos de guerra dan su vida por algo que no entienden y sus amos les han de colocar un trapo de colores delante de las narices para que actúen como ellos quieren.

El heroísmo requiere voluntad y raciocinio, no es extraño ver vomitar a un héroe ante un presidente o una bandera.

Y para evitar mamar los genitales de los gobernantes, no hace falta ir a una universidad para obtener algo de ética y cultura. Se requiere una genética muy distinta a la humana.

El héroe no acepta que le digan lo que tiene que hacer, es libre y lo sabe todo. Es natural en él.

Nunca ha sido heroica la raza humana, Sra. Mercé Rodoreda.

Se lo asegura un héroe.

Buen sexo.




Iconoclasta



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2 de julio de 2012

Par de sin vida.



Y que sirva de testimonio para cumplir la condena.
Que mis letras sean mucho más fuertes que los golpes que lanzaron contra mí.
Que mis frases condenen sus asquerosos pasados que me dejaron en la miseria para que regresen a la nada: su mediocre origen.
Que cada una de las sílabas rasgue sus genitales y sus escupitajos adoloridos manchen los muros donde sus madres fueron empaladas el día que los concibieron.
Arrancaré cada una de sus uñas por cada recuerdo que venga a mi mente, por los días que me tuvieron entre sus manos y cuando la cuenta haga que me sobren recuerdos y les falten uñas esperaré a que crezcan con la misma paciencia con la que esperaban mi consuelo y así de nuevo atacar.
Los quiero muertos.
Como muertas están mis alegrías.
Quiero verles llorar para que aprendan a vomitar dolor.
Sus dedos mutilados querrán sostener sus globos oculares estallados y no tendrán fuerza para  el retorno de su gesto a la normalidad.
Por haberse tragado mis respiraciones a cuentagotas, por haberme hecho comer de su muerte en vómitos hoy, a este par de sin vida los he vuelto a matar.

Aragggón
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